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Albert Rivera, sentido común
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Graciano Palomo

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Albert Rivera, sentido común

A pesar de algunos de los personajes que pululan por su entorno o de la cuestión acerca de quiénes le patrocinan, al líder de Ciudadanos hay que reconocerle sus méritos

Foto: Albert Rivera, en la sede de Ciudadanos. (EFE)
Albert Rivera, en la sede de Ciudadanos. (EFE)

El pasado jueves asistí a una entrevista radiofónica con Albert Rivera, que se encontraba en Atenas a propósito de la crisis de los refugiados y de paso, supongo yo, para conocer 'in situ' el devenir heleno, ahora en manos del mefistofélico Alexis Tsipras, que debe cada día más.

Las propuestas y en general el talante del jefe de Ciudadanos, sobre todo últimamente, se asientan sobre el sentido común, que en España y entre los políticos no es el más común de los sentidos. Rivera, que proviene de algún rescoldo de sociedad civil, sabe lo que vale un surco y no parece dispuesto a brindis extemporáneos sobre cuestiones falaces. Es de agradecer dado el erial público/político que nos circunda. Ello por encima incluso de algunos interrogantes que siguen sobrevolando en el aire acerca de sus patrocinadores fácticos o fácticos patrocinadores.

Lo más estimable de la hora actual en el caso de Rivera es, sin duda, ese baño de realismo con el que barniza sus propuestas desde sus planteamientos liberales y su decidida y determinada vocación de instalarse sólidamente en el “centro”. Comprendo el jolgorio de algunos cuando han visto en su Twitter el inmenso cartelón reivindicando a John F. Kennedy, Joaquín Garrigues Walker, Adolfo Suárez, Bill Clinton, Giscard D'Estaing, Hans Dietrich Gensher, arrebujados todos ellos con las efigies de él mismo, Marta Martín, Girauta, Arrimadas, Villacís, etc.

Albert Rivera tiene una ventaja de partida: ninguna potencia del mundo libre democrático puede gobernarse de otra manera que no sea pasando por el centro izquierda, el centro derecha o simplemente el centro. Ha tenido la habilidad de empujar al PP a unas posiciones que no deben ser las suyas. Pero no debe olvidar el joven exempleado de La Caixa que el centro-centro es más fácil describirlo en la teoría que practicarlo; siempre tuve para mí que, en efecto, el centrismo es una actitud personal y de comportamiento individual. El que firma este artículo, que ha sido y es crítico con determinados dirigentes de Ciudadanos -por su pasado, por su presente y por sus comportamientos personales- no puede hoy dejar de saludar el sentido común de su líder sobre la base insoslayable del “sentido común” que siempre ha venido predicando, por ejemplo, Mariano Rajoy.

Es lo que le hace grande entre las clases medias (¡ay!) y lo que le hará llegar y persistir. Es la referencia básica a día de hoy más alejada de los extremos; esos extremos que siempre consiguieron lo que se prometían: acabar decapitando España.

El pasado jueves asistí a una entrevista radiofónica con Albert Rivera, que se encontraba en Atenas a propósito de la crisis de los refugiados y de paso, supongo yo, para conocer 'in situ' el devenir heleno, ahora en manos del mefistofélico Alexis Tsipras, que debe cada día más.

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