Bescansa echa su currículum en Ikea

Irene Montero, la amable y joven emergente de Podemos, no tuvo ningún reparo en confesármelo: la artista del “catálogo” fue Carolina Bescansa.
En estos asuntos son unos genios. Sus análisis económicos no resisten una pasada por la calculadora -mucho menos por la realidad- pero eso es lo que menos importa, sobre todo, si el objetivo es el poder a cualquier precio.

Bescansa -un patrimonio, una pasta- ha pegado el gran pelotazo con su paso por Ikea. Por fin, una idea propagandística de fuste para tiempos turbulentos. Una manera ingeniosa y talentuda para vender un producto que en esencia es más antiguo que los bolcheviques. Pero tal y como están los asuntos patrios lo mismo da que da lo mismo.

Hay gente que se ha preparado para regentar una mercería con éxito; otros trabajan para, desde el riesgo, intentar comer todos días; otros, finalmente, para aprovechar con enorme determinación los resquicios que presta un sistema con fallos e injusticias pero que es el mejor de los posibles. La historia está llena de salvapatrias piqueta en ristre. Derribar no exige finura o letra pequeña; solo trazos gruesos y martillo pilón. Construir requiere proyectos sólidos que se ajusten a la realidad, capacidad para gestionar los cimientos y los muros y saber de qué lado sopla el viento.

Escrito lo anterior, lástima que no tenga yo una empresa de las que Alfonso Guerra denominaba “sacaperras”. Porque en esta hora estaría ofreciendo a Bescansa un puesto de ejecutiva de cuentas y un cheque en blanco.