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Se rifa la antorcha del liderazgo empresarial
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Graciano Palomo

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Se rifa la antorcha del liderazgo empresarial

Algunos nombres se apuntan, como el de Simón Pedro Barceló. Tiene conocimiento del marco general de juego y una exitosa empresa familiar desde la que otear el horizonte

Foto: El presidente del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), Simón Pedro Barceló. (EFE)
El presidente del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), Simón Pedro Barceló. (EFE)

César Alierta tomó el testigo de Emilio Botín a la desaparición física del cántabro con la determinación con que suelen ajustar los aragoneses lo que consideran asunto de Estado. Durante muchos meses de gran virulencia social, política e institucional mantuvo a su cargo y expensas la voz del poder empresarial que no necesariamente radica en las organizaciones de antaño. Pero retirado el maño del puente de mando a libre voluntad, ahora mismo se rifa el hueco dejado sin que nadie con razones y argumentos sea capaz de dar un paso al frente. Algunos nombres se apuntan. El de más fuste, léase, Simón Pedro Barceló, que une en su persona conocimiento del marco general de juego. Una gran y exitosa empresa familiar desde la que otear el horizonte e impartir algunas lecciones respecto a cómo se pueden conjugar la teoría y la práctica. Se podrá añadir, además, experiencia a alto nivel e ideas claras respecto a por dónde se vehicula el mundo. Tomen nota de las referencias que aporta el mallorquín.

Bien observado y analizado, el hecho cierto es que el cuerpo empresarial en su conjunto se encuentra ahora mismo atemorizado ante lo que se le viene encima. Han pasado 39 años desde el inicio de la Transición y los emprendedores están en la misma situación que en aquellos años: sin saber por dónde tirar y a merced de los vaivenes políticos. No han sabido crear su propio cuerpo filosófico y doctrinal y a diario tienen que reivindicar su esencia y su razón de ser.

El gran pecado de los empleadores españoles de la hora actual (y de siempre) es que creen que hay salvaciones individuales, especialmente si su negocio ha adquirido una cierta masa crítica. Se equivocan como se equivocaron siempre. Botín solo había uno y es irrepetible.

La gran cuestión para los empresarios españoles y su asignatura pendiente desde 1492 es que no se respetan así mismos. Por ende, es difícil que los valoren los demás. En cierta manera su refundación como colectivo me parece que puede ir en paralelo al del centro derecha.

¡Y han pasado ya…40 años!

César Alierta tomó el testigo de Emilio Botín a la desaparición física del cántabro con la determinación con que suelen ajustar los aragoneses lo que consideran asunto de Estado. Durante muchos meses de gran virulencia social, política e institucional mantuvo a su cargo y expensas la voz del poder empresarial que no necesariamente radica en las organizaciones de antaño. Pero retirado el maño del puente de mando a libre voluntad, ahora mismo se rifa el hueco dejado sin que nadie con razones y argumentos sea capaz de dar un paso al frente. Algunos nombres se apuntan. El de más fuste, léase, Simón Pedro Barceló, que une en su persona conocimiento del marco general de juego. Una gran y exitosa empresa familiar desde la que otear el horizonte e impartir algunas lecciones respecto a cómo se pueden conjugar la teoría y la práctica. Se podrá añadir, además, experiencia a alto nivel e ideas claras respecto a por dónde se vehicula el mundo. Tomen nota de las referencias que aporta el mallorquín.

Emilio Botín César Alierta