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Por Madrid, el braserillo del PP se pone incandescente
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Graciano Palomo

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Por Madrid, el braserillo del PP se pone incandescente

La poltrona de los populares madrileños está más cotizada que el Trono de Hierro de 'Juego de tronos'. Y Cifuentes no es la única que alberga ambiciones para hacerse con ella

Foto: Cifuentes tiene aspiraciones en el PP de Madrid pero no es la única. (EFE)
Cifuentes tiene aspiraciones en el PP de Madrid pero no es la única. (EFE)

Los meritorios 137 escaños (dadas las circunstancias) y los casi ocho millones de votos (en la adversidad más absoluta) sirvieron al partido del Gobierno (en funciones) para el fervorín en la noche electoral y para constatar que la diferencia con el PSOE es abismal.

Fue una victoria cuasipersonal de Mariano Rajoy, apoyado en una militancia a prueba de escándalos, corrupción, desgaste lógico por la administración de la crisis y errores en la gobernanza. Pero todo tiene su afán y hasta su límite. De alguna manera, el PP fue salvado por la campana al igual que el PSOE. Se equivocarán si creen que el pánico por el Brexit (que dejó a muchos pequeños inversores en bolsa mirando a Coria) no influyó en su aumento de votos y también errarán si entienden que el miedo a una posible llegada de la izquierda radical no tuvo su impacto a la hora de concentrar el voto del centro derecha.

Aun así, esos 137 diputados no les garantizan nada. Tendrán que ponerse de rodillas para conseguir que las instituciones se pongan en marcha.

El presidente Rajoy y su círculo, que son gente muy experimentada, deben saber leer con valentía y acierto esa necesidad imperiosa de cambios internos.

Con lo anterior quiero dar aire a las ansias de renovación, democracia interna, regeneración y recuperación de valores -añejos y nuevos- que se respiran todos los días en los muy amplios intersticios del Partido Popular y su militancia, que es de lejos lo mejor en lo que puede mirarse ese partido. No puede quedarse en una concentración de afligidos, tercera edad, acojonados, acomplejados y tragaderas.

El presidente Rajoy y su círculo interior, que son gente inteligente y muy experimentada, deben saber leer con valentía y acierto esa necesidad imperiosa de cambios internos. El tiempo no pasa en balde para nadie y la sociedad española cambia a velocidad de vértigo. De ese 'aggiornamento' todo lo garantizado que se quiera dependen muchas cosas, entre ellas, que esa formación continúe siendo la principal referencia del centro y la derecha.

De ahí la extrema importancia del próximo cónclave nacional que con Gobierno o sin Gobierno tendrá que llevarse a cabo en el otoño. Su conclusión informará decisivamente en el resto de las organizaciones regionales y provinciales, especialmente en Madrid. Es aquí donde la batalla que ha comenzado ya es más descriptible. Cristina Cifuentes aspira con legitimidad a llenar el hueco dejado por Esperanza Aguirre, pero tampoco es que vaya a ser un paseo militar como ella misma presume en privado ante algunos de los alcaldes de su partido en la Comunidad.

Sus principales brazos políticos, los consejeros de Presidencia y Medio Ambiente, a los que habría que unir su jefa de gabinete, deberían saber que con cambio o sin cambio (alguno como mínimo habrá, se lo aseguro) en la planta séptima de Génova 13 habrá más candidatos en disputa. Esperemos, como pide la propia Cifuentes, un militante, un voto. Esta es una de las grandes asignaturas pendientes en el PP.

Si se echa un mero vistazo a Madrid, hay muchos alcaldes en localidades poderosas que no parecen dispuestos a elevar a Cristina a los cielos por el simple hecho de que ocupe la poltrona de la Puerta del Sol. Sobre todo, si en el cuartel general popular se desea volver al antiguo reparto de poder como en la época Gallardón/Pío Garcia Escudero. Que es, en efecto, es lo que persiguen. Entre esos alcaldes, jóvenes, preparados técnicamente y con muchos votos, se encuentran, por ejemplo, el de Boadilla del Monte, Antonio González Terol, o el de Alcorcón, David Pérez. No son los únicos. Supongo que tendrán derecho a extender sus ambiciones sin que el poder regional constituido los pase por la horca.

Resumiendo: el braserillo empieza a calentarse y no por la canícula veraniega que derrite el alquitrán de la calle Génova.

PD.- ¡Ah, se me olvidaba! Apunten el nombre de Fernando Martínez-Maíllo para un ascenso en el partido. ¡Ya se imaginan en qué puesto!

Los meritorios 137 escaños (dadas las circunstancias) y los casi ocho millones de votos (en la adversidad más absoluta) sirvieron al partido del Gobierno (en funciones) para el fervorín en la noche electoral y para constatar que la diferencia con el PSOE es abismal.

Mariano Rajoy Cristina Cifuentes Fernando Martínez-Maillo