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El Rey, como el que oye llover
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Graciano Palomo

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El Rey, como el que oye llover

Se puede comprender, entender y aún compartir la “extrema preocupación” del que representa al Estado, después de nueve meses de hastío y podredumbre política

Foto: El rey Felipe VII y la presidenta del Congreso, Ana Pastor. (EFE)
El rey Felipe VII y la presidenta del Congreso, Ana Pastor. (EFE)

Ha pasado prácticamente desapercibida la bronca con guante de raso que el rey Felipe dirigió a los dirigentes políticos tras la fallida investidura de Mariano Rajoy y la consiguiente visita institucional de la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor.

Se puede comprender, entender y aún compartir la “extrema preocupación” del que representa al Estado después de nueve meses de hastío y podredumbre política mientras persiste, cada vez con más intensidad, la amenaza para el propio Estado y el orden constitucional democrático. Entre otras cosas.

Don Felipe, consciente de que el deterioro también le afecta en primera persona, aprovechó de nuevo la ocasión para recordarles que existe una palabra –diálogo– que es ya una necesidad perentoria y otra –acuerdo– que viene exigida por el interés general . ¿Y? Nada.

Se ha abierto un pequeño debate acerca de si el jefe del Estado podría hacer algo más en la actual coyuntura. Supongo que si pudiera lo haría

Su padre, el rey Juan Carlos, por su singular aportación a la Transición y la restauración de las libertades, tuvo mucho más 'auctoritas' e incluso llegó a conseguir en los años noventa que dos personas que no se podían ni ver –González y Aznar– hasta cenaran juntos con sus respectivas parientas. Las circunstancias han cambiado tanto que a don Felipe –que no se sale un ápice en los márgenes marcados por la Constitución– se le oye como cuando cae el sirimiri flojo por los sedientos campos de Castilla.

Se ha abierto un pequeño debate acerca de si el jefe del Estado podría hacer algo más en la actual coyuntura. Supongo que si pudiera lo haría, porque a él también le va la merienda en este empeño.

Me consta que informado está; al día y al instante. Pero la información solo sirve para cuando acto seguido tienes algún poder ejecutivo. No lo tiene; creo que por fortuna para él. Sin embargo, en la casa de Tócame Roque en la que se ha convertido el patio político, el pueblo apenas distingue –y es lógico, suficiente tiene con llevar el pan– entre galgos y podencos.

¡Bucle infernal!

Ha pasado prácticamente desapercibida la bronca con guante de raso que el rey Felipe dirigió a los dirigentes políticos tras la fallida investidura de Mariano Rajoy y la consiguiente visita institucional de la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor.

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