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La revolución pendiente de Exteriores
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Graciano Palomo

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La revolución pendiente de Exteriores

Los cuatro años de Margallo son juzgados en desigual manera por unos o por otros. En lo que hay coincidencia es que ha demostrado habilidad para meterse en todos los charcos

Foto:  El ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo. (EFE)
El ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo. (EFE)

A la hora de escribir esta columna corren por Madrid muchos rumores —en realidad Madrid siempre fue un rumor desde los lejanos tiempos del secretario de Estado de Felipe II, Antonio Pérez— respecto a la continuidad o no de José Manuel García-Margallo, caracterizado miembro del llamado G-8, es decir, los ministros que lo han sido por su relación personal con el presidente.

Los cuatro años de Margallo al frente del Palacio de Santa Cruz son juzgados en desigual manera por unos o por otros. En lo que hay coincidencia es que el levantino ha demostrado habilidad sin precedentes para meterse en todos los charcos. No es la valoración ministerial del hombre que hace unos meses realizó algún escarceo para postularse a primer ministro lo que me importa en esta columna.

Me interesa el estado de eso que se ha dado en llamar el Servicio Exterior que incluso tiene una Asociación de Esposas del SE. Si se pregunta a los ciudadanos españoles que suelen viajar por el mundo acerca de si ese “servicio” es efectivo o no, una mayoría cualificada responderá negativamente. Incluyo aquí a embajadas y consulados. Algunos de ellos me han confesado que cuando tienen algún problema prefieren acudir a las sedes de la agencia EFE en busca de apoyo o a las oficinas de las multinacionales españolas que habitan por el vasto mundo.

Lo esencial es que los embajadores entiendan que cobran y habitan dependencias con solera para servir a los contribuyentes, no para hacer turismo

Servicio. El Estado consume mucho dinero en el mantenimiento de sus 128 sedes diplomáticas y otros tantos consulados. ¿Se compadece ese porcentaje del PIB con el servicio que prestan a los ciudadanos que los pagan? Hablo en términos generales y como postulado.

El nuevo titular de Exteriores tiene que proceder al nombramiento de 65 nuevos embajadores en capitales de singular importancia como Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania o la propia Unión Europea. Para ello, existe un reglamento de la carrera diplomática que exige una serie de requisitos para la cooptación de jefes de delegación. Es verdad que el Gobierno puede elegir a los que le vengan en gana, y de esta arbitrariedad han hecho gala todos los gobiernos, especialmente los de Felipe González y José María Aznar. Los llamados “embajadores políticos” que pueden tener su aquel pero que siempre estarán bajo sospecha.

Lo esencial, desde mi modesto punto de vista, es que entiendan que cobran un sueldo, habitan dependencias de gran solera, se montan en vehículos oficiales de alta gama con chófer y organizan saraos en sus embajadas a costa del contribuyente para servir a esos mismos contribuyentes, no para hacer turismo gratis (no digo que sea el caso) o escribir libros amparados en un horario laboral laxo. También conozco las penurias y el sacrificio de otros muchos.

Que nadie se dé por aludido, 'please'.

A la hora de escribir esta columna corren por Madrid muchos rumores —en realidad Madrid siempre fue un rumor desde los lejanos tiempos del secretario de Estado de Felipe II, Antonio Pérez— respecto a la continuidad o no de José Manuel García-Margallo, caracterizado miembro del llamado G-8, es decir, los ministros que lo han sido por su relación personal con el presidente.

José Manuel García Margallo Embajadas