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Aquel almuerzo en el puerto de Valencia
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Graciano Palomo

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Aquel almuerzo en el puerto de Valencia

Rita Barberá nos describió a varios colegas cómo veía, con gran preocupación, que el PP estaba a punto de linchamiento pero también hizo hincapié en su propia situación

Foto: Reunión del PP valenciano en el puerto de la ciudad. (EFE)
Reunión del PP valenciano en el puerto de la ciudad. (EFE)

Consumía Rita Barberá sus últimos meses como eterna alcaldesa de Valencia y se maliciaba ya que dadas las circunstancias —entre ellas y principalmente una corrupción generalizada en el PP valenciano totalmente inasumible— iba a tener muy complicado continuar con el bastón de mando en la tercera ciudad de España.

A mí me convocó el jefe de una cadena de televisión —al parecer por cuenta de la alcaldesa— donde yo prestaba mis servicios a título de comentarista. Me encontré con otros dos colegas y a los tres, más el convocante, la primera edil levantina nos describió desde su punto de vista la situación política general de España, la de Valencia y la particular de ella misma. Veía con gran preocupación que el Partido Popular estaba a punto de linchamiento pero también hizo hincapié en su propia situación.

Recuerdo que se lanzó con la pasión que le era propia contra mí porque le recordé que los medios en general no suelen inventarse los hechos y si inventan, hay un sistema para protegerse contra los infundios o calumnias. Porque Alvarito Pérez 'el Bigotes' y sus andanzas por aquella ciudad no había sido creado en laboratorios mediáticos sino en los intereses alambicados de otras covachuelas, básicamente las aznaristas. La verdad es la verdad. Y siempre será la verdad. Después vino el “pitufeo” y los dos billetes de 500 pavos; a partir de ahí las “hienas” (sic) tenían la pauta servida, entre otras cosas, porque Barberá y su desguace daba audiencia y por lo tanto, pasta.

Foto: La senadora y exalcaldesa de Valencia Rita Barberá a la salida de su domicilio. (EFE)

Unos meses antes Rita se había encarado delante de todos con un superveterano periodista de izquierdas con muchos posibles económicos (después de militar durante años en el Opus Dei) porque había osado escribir que era una “corrupta”.

No quería presentarse a una nueva elección que solo aceptó al final cuando recibió una llamada de María Dolores de Cospedal que invocó los intereses superiores del partido. Cinco meses después de aquella paella al lado de la Malvarrosa se confirmaba el 26 de mayo del 2015 la “gran hostia”. Era el principio del fin. De nada servirían las llamadas finales de Mariano Rajoy. Porque su caso estaba permanentemente asado en las parrillas de San Antonio.

El resto de la historia ya la conocen.

Consumía Rita Barberá sus últimos meses como eterna alcaldesa de Valencia y se maliciaba ya que dadas las circunstancias —entre ellas y principalmente una corrupción generalizada en el PP valenciano totalmente inasumible— iba a tener muy complicado continuar con el bastón de mando en la tercera ciudad de España.

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