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Brexit: la apuesta del astronauta. Quien rompe, se rompe
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Graciano Palomo

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Brexit: la apuesta del astronauta. Quien rompe, se rompe

Pedro Duque parece tenerlo meridianamente claro: el Reino Unido amagará, hará una negociación a cara de inglés (como siempre ha hecho) y luego volverá al redil

Foto: La bandera de Reino Unido pintada en unas rocas junto al río Wye en Gales. (Reuters)
La bandera de Reino Unido pintada en unas rocas junto al río Wye en Gales. (Reuters)

Me encuentro en la entrega de los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España que todos los años organiza la Agencia Efe con Pedro Duque, donde la gran estrella (con razón y libros) fue mi viejo colega y entrañable amigo Arturo Pérez-Reverte. El astronauta estaba acompañado por Emmet Fletcher, responsable de Comunicación de la Agencia Espacial Europea (ESA), inglés por más señas. Duque tiene una ventaja en relación con la “ordinary people”, divisa el pequeño mundo desde arriba. Parece tenerlo meridianamente claro: el Reino Unido amagará, hará una negociación a cara de inglés (como siempre han hecho a lo largo de su turbulenta historia) y luego volverá al redil.

Esto es lo que opina el astronauta y su apuesta ante mi cara de incredulidad. Sus razones tendrá. Lo cierto es que la 'premier' May ha pulsado el botón rojo y ha disparado el misil que ha llegado hasta el despacho de Donald Tusk. Sus efectos serán demoledores para todos; ya lo están siendo. Especialmente para el pueblo británico que ha entrado en una más que evidente decadencia que se sustancia en el comportamiento de su clase política y en la deriva de su prensa amarilla.

Lo sustancial de la “lección británica” para los españoles es esta: “quien rompe, se rompe”. Punto.

Foto: Manifestantes antiBrexit, uno de ellos disfrazado de Theresa May, protestan ante el Parlamento, en Londres. (Reuters)

Ahí están Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar. Eso en la cuestión territorial; pero el cuarteo del espíritu del pueblo británico del que Winston Churchill tanto alardea en sus 'Memorias' es algo más que descriptible. Prueba de ello es que en su envenenado discurso ante el Parlamento, Theresa May no hizo otra cosa que apelar a la “unidad” de su país, cosa que ella niega a la Unión y a Europa, asuntos mucho más importantes por grandes que su cuitada isla.

Mal asunto. Han creído que podían seguir “chuleando” a una UE que no ha encontrado todavía su velocidad de crucero -entre otras cosas por haber acogido en su seno a gente tan poco fiable y egoísta como Reino Unido- si bien se han encontrado con la determinación de la canciller Merkel, el presidente Hollande e incluso del presidente Rajoy de no dejarles que repartan las cartas y al mismo tiempo luzcan los manguitos en el casino. La cosa está tomando tal cariz para ellos que al final y transcurrido algún tiempo, no me extrañaría que Pedro Duque llevara razón.

Significaría, entre otras cosas, que toda una clase política dirigente (también mediática) debería ser mandada al averno.

Lo dicho: quien rompe, se rompe. ¡A ver si algunos toman nota de ello por estos lares!

De Gibraltar, al pairo total, podíamos hablar y escribir otro día.

Me encuentro en la entrega de los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España que todos los años organiza la Agencia Efe con Pedro Duque, donde la gran estrella (con razón y libros) fue mi viejo colega y entrañable amigo Arturo Pérez-Reverte. El astronauta estaba acompañado por Emmet Fletcher, responsable de Comunicación de la Agencia Espacial Europea (ESA), inglés por más señas. Duque tiene una ventaja en relación con la “ordinary people”, divisa el pequeño mundo desde arriba. Parece tenerlo meridianamente claro: el Reino Unido amagará, hará una negociación a cara de inglés (como siempre han hecho a lo largo de su turbulenta historia) y luego volverá al redil.

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