Palo Alto
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Cuando éramos jóvenes, progres y ricos
Con la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona se inauguró la modernidad en nuestro país que venía de padecer una larga noche de aislamiento y complejos, aunque no tuvo continuidad
Hace 25 años –medio siglo- con ocasión de la Expo de Sevilla 92 y los JJOO de Barcelona empezó el levitar de una España que comenzó a creerse que era de verdad. Entonces teníamos a Felipe González mandando en el palacio de la Moncloa y enteramente entregado a “engañar” al canciller Kohl, que nos puso autovías desde Finisterre al Cabo de Gata y del que acabó haciéndose íntimo amigo, algo que fue muy rentable para España.
Se inauguró el AVE Madrid-Sevilla y aquello fue el acabóse. Las gentes de mi generación pensamos que, en efecto, lo de Europa funcionaba y que la democracia lejos de ser una losa para la creación de riqueza era una máquina perfecta para aplicar la cultura del mérito.
Es un hecho histórico que fue en el 92 cuando, desde los fastos carísimos, se inauguró la modernidad en nuestro país que venía de padecer una larga noche de aislamiento y complejos. Han pasado 25 años. Aquello tuvo su continuidad durante el aznarato. No hay que olvidar que el 'felipismo' se ahogó por mor de la corrupción y la división interna.
Como posteriormente ocurriría luego con el PP de José María Aznar. Las cosas buenas y caras si se administran con una cierta decencia terminan por subsistir e incluso ser rentables. Transcurrido medio siglo comprobamos que somos 25 años más viejos y que muchos de aquellos sueños están por cumplirse en las nuevas generaciones. Pero sería injusto no admitir que se pusieron piedras de gran consistencia para levantar ahora edificios de nuevo cuño y nuevo diseño.
La Historia no es otra cosa al fin y a la postre que un ir y venir que se aferra solo a lo que es verdad. Dejar constancia, además, de 25 años de 'posverdades'. ¡Quién nos lo iba a decir!
Hace 25 años –medio siglo- con ocasión de la Expo de Sevilla 92 y los JJOO de Barcelona empezó el levitar de una España que comenzó a creerse que era de verdad. Entonces teníamos a Felipe González mandando en el palacio de la Moncloa y enteramente entregado a “engañar” al canciller Kohl, que nos puso autovías desde Finisterre al Cabo de Gata y del que acabó haciéndose íntimo amigo, algo que fue muy rentable para España.