Palo Alto
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Moción de censura y elecciones generales
Pablo Iglesias intenta imitar a su odiado González, pero corre un riesgo: que Rajoy consiga transmitir a la opinión pública que todavía tiene que sorber mucha teta para hacerse el traje
Le pregunté al secretario general de Ciudadanos en el Congreso, Miguel Gutiérrez, persona realista y sensata donde las haya, sobre la posibilidad de que, dado el caldo de cultivo ahora mismo en el país y la greña de la clase política, el presidente se viera abocado a convocar de nuevo a los españoles.
No se mostró partidario –“España necesita estabilidad política y Presupuestos Generales con su vocación social clara”–, pero tampoco cerró puerta alguna: “A ver cómo discurren los acontecimientos…”.
Unas horas después, Pablo Iglesias anunciaba una moción de censura contra el jefe del Gobierno, desautorizada de inmediato por el resto de las fuerzas políticas mayoritarias en la oposición. El líder de Podemos pilló a todos a contrapié y se aseguraba su gran tarta de protagonismo. Lo más probable es que no lleve a ninguna parte fáctica. Esto es, que está destinada al fracaso pero no para los intereses podemitas. No tienen candidato, figura obligatoria a tenor constitucional, pero da igual. Obligará a PSOE y Ciudadanos a retratarse ante la “pestilencia PP”. Es también una moción contra el PSOE, al que intenta poner contras las cuerdas de su propia opinión pública. Iglesias cuenta con una ventaja: entre sus partidarios, todo lo que haga les parece de perlas, cosa que no ocurre entre sus adversarios.
No tienen candidato, figura obligatoria a tenor constitucional, pero da igual. Obligará a PSOE y Ciudadanos a retratarse ante la "pestilencia PP"
Desde la restauración democrática (1977) hemos asistido a dos mociones de censura y las dos fracasaron. Lo escribo para los más jóvenes que creen que siempre hubo autovías desde Finisterre al Cabo de Gata. La primera la presentó Felipe González contra Adolfo Suárez –tan solo cinco años después de la muerte del general Franco–; no ignoraba que no tenía posibilidad alguna de ganar pero le catapultó en su imagen presidenciable, cosa que ocurrió dos años después.
La siguiente tuvo lugar en 1987, cuando el entonces presidente de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha, hizo el más espantoso de los ridículos y acabó con 'Antoñito, el breve'. Pablo Iglesias intenta imitar a su odiado González. Vamos a ver cómo acaba esta película. Corre un riesgo: que Rajoy, el correoso, consiga transmitir a la opinión pública que todavía tiene que sorber mucha teta para hacerse el traje. Y eso que cuenta con todas las condiciones objetivas para lucirse.
Le pregunté al secretario general de Ciudadanos en el Congreso, Miguel Gutiérrez, persona realista y sensata donde las haya, sobre la posibilidad de que, dado el caldo de cultivo ahora mismo en el país y la greña de la clase política, el presidente se viera abocado a convocar de nuevo a los españoles.