Acerca de los dos concejales asustadizos de Madrid

¿A quién invitaría el papa Francisco a almorzar con más garantías? ¿A Rafael Pérez del Puerto, consejero delegado de COPE? ¿A Fernando Giménez Barriocanal, presidente de la misma? ¿A Julián Velasco, director general comercial y presidente de 13TV? ¿O a Carlos Sánchez Mato, concejal de Economía del Ayuntamiento de Madrid a la par que “cristiano de base”, según confiesa él mismo ?

Lo ignoro. Pero a tenor del discurso oficial del Pontífice, que es mi líder religioso, se puede concluir que no le gustan en demasía las personas que utilizan la organización católica o algunos de sus corolarios organizativos para hacerse ricos o, al menos, parecerlo. Esta es la verdad de la enseñanza franciscana. Y la verdad es siempre la verdad. Por lo tanto, debería colegir que prefiere invitar a su mesa a descalzados aunque desbarren o no vayan a misa. Me gustaría preguntar al papa de Roma quiénes serían sus elegidos; es más, creo que puedo contar con esa posibilidad… si Dios me ayuda. No desespero mientras tanto. Porque mi amigo Giménez Barriocanal debe saber que prefiero mil veces a un incontinente que a un falso. El primero tendrá perdón; el segundo irá directo a las calderas de Pedro Botero. Y, además, se mueren antes.

Les he notado un tanto asustados porque, a tenor de los códigos éticos dados a sí mismos, lo tienen crudo para continuar en el servicio público

La introducción al 'post' tiene su aquel. Porque al agresivo “cristiano de base” le ha empurado un juez por “malversación de caudales públicos” cuando todavía no sabemos quién o quiénes han sido los agraciados con cien mil pavos municipales que sus graciosos amigos le han endiñado. Lo digo también por la atrabiliaria concejala Celia Mayer, que no para de ofrecer grandes tardes de gloria para inri y desesperación de la inmortal Manuela Carmena.

Lo del Open Madrid trae su cola mire usted por dónde. Al final siempre se trinca al falsario. El gran asunto de los políticos es que tienen un discurso oficial para los otros y no se aplican el suyo. Estos jóvenes que vinieron a redimirnos bajo las aguas del Jordán saben ahora que una cosa es la prédica teórica cuando no viajan en coche oficial y otra bien distinta es tener que optar o decidir que eso es gobernar.

Les he notado un tanto asustados porque, a tenor de los códigos éticos dados a sí mismos, lo tienen crudo para continuar en el servicio público.

O sea, lo de siempre.