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La Iglesia acude rauda en socorro del vencedor
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Graciano Palomo

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La Iglesia acude rauda en socorro del vencedor

La Iglesia necesita abrir las ventanas para que entre aire fresco. Pero antes deben cumplir y hacer cumplir entre sus filas la vieja máxima evangélica: ¡La verdad os hará libres!

Foto: El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez. (EFE)
El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez. (EFE)

La declaración del presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, de finales del mes de septiembre contrapuesta o comparada con la realizada hace unos días tiene tantas diferencias de fondo y forma como la que pudiera establecerse entre un cardenal camarlengo y un modesto párroco de Villanueva de Gumiel.

Recordemos. A finales del pasado septiembre, a tan solo unos días del 1-O, el cardenal Blázquez, flamante arzobispo de Valladolid (entregado de hoz y coz a la voluntad del episcopado catalán, y este a su vez volcado de rodillas ante el proceso secesionista) llamaba 'urbi et orbi' al diálogo entre las partes en conflicto. Equiparaba de facto a los golpistas con los representantes de un Estado democrático y constitucional. De hecho, ofrecía a los independentistas carta de naturaleza que tanto les envalentonó. En esos momentos el Estado parecía una baratija movida por todos los vientos. En aquellas circunstancias, España se bamboleaba rumbo a lo desconocido. Durante esos días, la nación parecía destinada a perecer entre las fauces cainitas. A la jerarquía católica, representada por Blázquez, Omella, Solsona, Gil Tamayo y Barriocanal, entre otros, les importó una higa rubia. ¡Que hablen! De igual a igual, confundiendo interesadamente valor y precio. Se les veía el bonete y tomaban posiciones en desenfilada, por si acaso.

El Estado se había salvado a sí mismo y los purpurados -siempre con sus intereses por pendón- se subían a toda prisa en socorro del vencedor

Hace unos días, los mismos hablaron palabras bien distintas. El viscoso abulense se subió al carro del 155 con tanto ardor como impudor. ¿Qué milagro se había producido en Añastro, 1? Pues que el Estado se había salvado a sí mismo y los purpurados -siempre con sus intereses por pendón- se subían a toda prisa en socorro del vencedor. Me informan que el poder constituido ha tomado buena nota de esos procederes. Y el que aspira a serlo, también.

Tengo para mí que el espíritu del viejo don Bernardo ha creado escuela entre la jerarquía católica; pagará caro en la X del IRPF su enorme capacidad para distanciarse del pueblo del que presume ser pastor. No hay ya lugar para los taimados entre los ensotanados. Se les ven demasiado sus paños menores.

La Iglesia española necesita abrir las ventanas para que entre aire fresco. Pero, antes que nada, cumplir y hacer cumplir entre sus filas dirigentes -que viven del contribuyente y de los fieles- la vieja máxima evangélica: ¡La verdad os hará libres!

La declaración del presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, de finales del mes de septiembre contrapuesta o comparada con la realizada hace unos días tiene tantas diferencias de fondo y forma como la que pudiera establecerse entre un cardenal camarlengo y un modesto párroco de Villanueva de Gumiel.

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