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Los catalanes, ¿no se lo merecen?
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Graciano Palomo

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Los catalanes, ¿no se lo merecen?

¿Y merecemos el resto de los españoles esa plaga, la liquidación del prestigio que tenía nuestro país en la UE, los desprecios continuados, las incertidumbres diarias?

Foto: Una estelada en Barcelona. (Reuters)
Una estelada en Barcelona. (Reuters)

Antonio Garamendi, 'capo di capi' del emprendimiento institucionalizado, ha dicho en una televisión nacional que los "catalanes no se merecen lo que están pasando", en referencia al abandono de empresas en ese territorio y la consiguiente miseria que les aguarda.

Evidente, mi querido amigo. Podemos estar de acuerdo en ello, ahora bien, ¿merecemos el resto de los españoles esa plaga, la liquidación del prestigio que tenía nuestro país en la Unión Europea, los desprecios continuados, las incertidumbres diarias, el acoso feudal a sentimientos amplios y más generosos?

Desde luego, quienes no se lo merecen son los sorianos, los turolenses, los orensanos, los burgaleses, los jerezanos, los extremeños, los madrileños, los zamoranos, los salmantinos, los cordobeses, los santanderinos, los oscenses… Tampoco se lo merecen los leridanos constitucionalistas, los barceloneses modernos, los gerundenses con sentido común.

Pero, desde luego, se lo merecen los rupturistas que han robado el dinero de los dependientes para sus aventuras equinocciales; se lo merecen los secesionistas que no saben que lo que no es 'progre' es levantar muros y constituir guetos en pleno siglo XXI. Se lo merecen aquellos que han jugado a tergiversar la Historia; aquellos que desean la muerte a los discrepantes y los que llaman "mala puta" a dirigentes que tienen detrás a miles y miles de votos.

Si después de todo lo ocurrido hay una mayoría de catalanes que sigue dando soporte a lo imposible, mejor abrir la puerta y que se larguen

Estoy tan hasta el gorro del "problema catalán" que me niego que un millón o dos —¡como si son cuatro!— de independentistas fracasados sigan ordenando la vida de mis conciudadanos, de mi familia, de mis amigos y determinando su futuro.

Vuelvo a escribirlo con toda justeza. Una nación es, antes que nada, la voluntad de vivir juntos. Si después de todo lo ocurrido durante los últimos meses —fuga de empresas, huida del turismo (y de Puigdemont), deterioro de la convivencia, desprecio de la UE y del mundo libre— hay una mayoría de catalanes que sigue dando soporte a lo imposible, mejor abrir la puerta y que se larguen con viento fresco. Eso sí, con todas las consecuencias.

Si ha ocurrido lo que ha ocurrido es porque una parte —o lo parece— de los catalanes lo ha querido y aún quiere.

Frente a hechos comprobados, los argumentos se estrellan.

Antonio Garamendi, 'capo di capi' del emprendimiento institucionalizado, ha dicho en una televisión nacional que los "catalanes no se merecen lo que están pasando", en referencia al abandono de empresas en ese territorio y la consiguiente miseria que les aguarda.

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