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Cuando Felipe VI eligió su propio trono
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Graciano Palomo

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Cuando Felipe VI eligió su propio trono

En su discurso de Nochebuena, no podía por menos que apelar al "orgullo" de ser españoles sobre la base de los hechos demostrados, no sobre efluvios patrioteros de una noche de farra

Foto: Felipe VI durante el tradicional discurso de Nochebuena en el Palacio de la Zarzuela. (EFE)
Felipe VI durante el tradicional discurso de Nochebuena en el Palacio de la Zarzuela. (EFE)

Si se escuchó al rey Felipe VI la pasada Nochebuena sin orejeras no habrá más remedio que concluir que intentó unir bajo sus palabras al mayor número posible de españoles de buena voluntad. En una pieza muy medida, el Monarca sabe muy bien que su pueblo o sus pueblos si se quiere, chapotea en un magma de pesimismo (tan español) y en medio de un estanque de rictus negativos por mor del 'quilombón' catalán que no es capaz de sacudirse y bien que lo intenta.

No podía por menos que apelar al "orgullo" de ser españoles sobre la base de los hechos ya demostrados, en modo alguno sobre los efluvios patrioteros de una noche de farra.

¿Querían que el Rey apostara por el enfrentamiento y dejara de alentar la concordia entre sus pueblos?

Las reacciones al discurso del Rey no se han salido ni un milímetro de lo previsible. Se pronunció el prófugo Puigdemont, que en su locura bruselense no tiene reparo alguno en mimetizarse con un jefe de Estado, colocándose de igual a igual con don Felipe. Lo de un tal Echenique, que vino de Argentina en busca de supervivencia a cambio de devolver el favor propinando insultos, descalificaciones y befas al jefe del Estado, solo merece el recordatorio del psiquiatra. El problema es que este tipo de sujetos son utilizados por la mano que mece la cuna.

¿Querían que el Rey apostara por el enfrentamiento y dejara de alentar la concordia entre sus pueblos? ¿Pensaban acaso que el jefe del Estado podría aplaudir la violación de las leyes? ¿Quizá que se pusiera por montera la Constitución? ¿Por ventura que renunciara a su papel de árbitro y moderador? ¿Que olvidara cuál es el rol que la Constitución le encomienda como símbolo de la unidad de España?

Frente a todo ese desbarre —que no sería tolerado en ningún lugar del mundo libre— Felipe VI eligió su propio tono carmesí con brocado de mesura, sentido positivo e hilos de futuro.

¡Ladran, luego cabalgamos, Señor!

Si se escuchó al rey Felipe VI la pasada Nochebuena sin orejeras no habrá más remedio que concluir que intentó unir bajo sus palabras al mayor número posible de españoles de buena voluntad. En una pieza muy medida, el Monarca sabe muy bien que su pueblo o sus pueblos si se quiere, chapotea en un magma de pesimismo (tan español) y en medio de un estanque de rictus negativos por mor del 'quilombón' catalán que no es capaz de sacudirse y bien que lo intenta.

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