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PP y Ciudadanos: las cuentas del Gran Capitán
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Graciano Palomo

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PP y Ciudadanos: las cuentas del Gran Capitán

Una concertación postelectoral entre el PP y Ciudadanos podría ofrecer una solución para ir tirando. Aquellos tienen experiencia de poder, claro. Los nuevos, limpieza e imagen

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en Moncloa. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en Moncloa. (EFE)

Me encuentro a más de 6.000 kilómetros de distancia de Madrid con uno de los ministros políticamente más activos del Gobierno. No parece preocupado en exceso por el devenir del centro y la derecha o, si se quiere, el centro-derecha en España:

—Entre el PP y Ciudadanos podemos sumar la mayoría absoluta".

—¿Eh? Explíqueme esas cuentas, señor ministro, porque a mí, modestamente, no me cuadran. Ciudadanos, como ha quedado demostrado hace unos días en Cataluña, abreva en los caladeros del Partido Popular.

—Bueno, sí, eso puede ser verdad —dice el miembro del Consejo con un rictus de estoicismo.

Las tesis políticas lo aguantan todo; los números no. Ahora mismo la izquierda española que lucha por reencontrar su camino, e incluso su propia identidad, no termina de poder aglutinar sobre un mismo proyecto una mayoría que ofrecer a un país, que está un tanto hastiado de lo conocido y experimentado. Un proyecto experimentado que tuvo que capear con la herencia económica indigerible que dejó Rodríguez Zapatero; con un relevo en la cúpula del Estado cuasi en circunstancias dramáticas; con un órdago secesionista que no solo se da cada siglo. Todo ello en medio de un desgaste por la corrupción que ha ocupado a los gestores todo su tiempo en el achique de agua mientras se perdía de vista el horizonte y las clases medias desaparecían como por arte de encantamiento.

Tal y como están las cosas, la gran novedad es la irrupción de Cs, incluso con las carencias organizativas y de infraestructura que tienen

Frente a ello no ha aparecido un proyecto de centro-izquierda trasversal que ocupara el espacio de poder institucional como ocurrió en los años 80 cuando al frente existió un líder no cuestionado (Felipe González) con tan solo unas cuantas ideas claras y una principal: modernizar España.

Tal y como están las cosas a corto y medio plazo, la gran novedad es la irrupción con fuerza electoral de Ciudadanos, incluso con todas las carencias organizativas y de infraestructura que tienen para hacerse con el poder de la nación. Quiero recordar, sin embargo, a los que se aferran a esta última tesis que Emmanuel Macron en Francia —segunda potencia dentro de la Unión Europea— a tan solo unos meses de las presidenciales galas no contaba ni siquiera con un partido en sentido clásico; simplemente se limitó a imitar el modelo De Gaulle, adaptado a las circunstancias de modernidad que ofrecen las nuevas tecnologías.

De no variar mucho las cosas, todo indica que una concertación postelectoral amplia y generosa entre el PP y Ciudadanos podría ofrecer una solución para ir tirando. Aquellos tienen experiencia de poder, claro. Los nuevos, limpieza e imagen, que no solo de condumio viven las sociedades libres.

Eso si suman, porque el gran reto de Albert Rivera es captar voluntades también en el centro-izquierda. Este empeño con Aznar tratando de empujarle es algo tan imposible como la cuadratura del círculo.

Me encuentro a más de 6.000 kilómetros de distancia de Madrid con uno de los ministros políticamente más activos del Gobierno. No parece preocupado en exceso por el devenir del centro y la derecha o, si se quiere, el centro-derecha en España:

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