El móvil del gran 'Puchi'

El miércoles 31, Susanna Griso andaba muy agitada en su Espejo Público cuando un cámara de la competencia se hizo con los mensajes entre el 'exconseller' Toni Comín (chico para todas las salsas) y su teórico jefe, Carles Puigdemont. La efervescencia periodística de la conductora televisiva tenía su aquel y su justeza porque, en efecto, la pituitaria profesional intuía que el conocimiento de esos mensajes venía a ofrecer un panorama distinto dentro de la inacabable, cara y desoladora "gran tabarra" conocida como 'procés'.

Rápidamente, los mensajes se confirmaron. ¡Verde y con asas!

¿Quién es Puigdemont? ¿Acaso una síntesis entre Simón Bolívar, Winston Churchill, De Gaspari, Adenauer y William Wallace? ¿Quién es y qué representa Puigdemont? ¿Acaso un estadista sin estado que se inmola por su oprimido pueblo?

Puigdemont ni es periodista —como él mismo se atribuye—, ni es un luchador de otra cosa que no fuere su vanidad y su interés personal

No. Ni es periodista —como él mismo se atribuye—, ni es un luchador de otra cosa que no fuere su vanidad y su interés personal. Hay una verdad en su llantina: está acabado. ¿Acaso el representante, o lo que fuera, de dos millones de separatistas puede imponer su ley de fugado a 46 millones de ciudadanos libres? Difícilmente.

La verdad es la verdad la diga Agamenón o Puigdemont. Si se hubiera parado a pensar mínimamente que, pese a su odio, España continúa existiendo y que los sentimientos de esos españoles no desmerecen ni están capitidisminuidos frente aquellos que quieren cobijarse exclusivamente entre los pliegues de la estelada quizá la feria pintara de otro color.

Lo sustancial. Frente a los dos millones de confesos independentistas se alza la realidad de otros cinco largos millones de catalanes que lo quieren ser, amén de españoles. Y se alza la voluntad determinada de otros 40 millones de españoles que no viven en Cataluña que desean únicamente que se les deje en paz y libertad. Dedicados a su trabajo, familia, país y a ocuparse de las cosas que importan al resto del mundo.

Conclusión: restablecimiento de la legalidad y a partir de ahí pacto. ¿Queda alguna otra salida para no achicharrarnos definitivamente?