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El chalecito tenía un vivero de contradicciones
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Graciano Palomo

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El chalecito tenía un vivero de contradicciones

Argumentan Irene Montero y su compañero de fatigas que no están exentos de contradicciones. ¡Faltaría más! Todavía, creo, son mortales

Foto: Pablo Iglesias e Irene Montero junto a una imagen del polémico chalé.
Pablo Iglesias e Irene Montero junto a una imagen del polémico chalé.

En la vida hay que tener suerte. Mucho más en la vida política. Que se lo pregunten a la pareja. El debate sobre el chalé de Galapagar estaba resultando letal, cainita, subversivo. Amenazaba ruina total. Hete aquí que aparece Eduardo Zaplana en carne mortal y unas horas después el caso Gürtel en su más pura esencia.

Se acabó lo del chalecito. Suma los votos y a bailar el tango. Argumenta Irene Montero y su compañero de fatigas que no están exentos de contradicciones. ¡Faltaría más! Todavía, creo, son mortales.

El chalecito —lo que sabemos hasta ahora y lo que podremos conocer— no tiene un pase en puridad democrática y aún antes en lealtad política

El chalecito —lo que sabemos hasta ahora y lo que podremos conocer (o no) posteriormente— no tiene un pase en puridad democrática y aún antes en lealtad política. Ni uno ni medio pase. Esta es la verdad. Y la verdad es siempre la verdad.

La pareja debería saber a estas alturas que nada que no es de verdad permanece. Tardará más o menos en saltar por los aires, pero acabará estallando como una burbuja. En política —mucho más los nuevos salvadores del pueblo— la praxis diaria y el proceder personal debe compadecerse con la prédica. Sí o sí. No solo los políticos al uso, si no también aquellos que de una manera u otra tienen una perspectiva pública e influyen de alguna manera en el pensar de la opinión pública.

Foto: Pablo Iglesias e Irene Montero anuncian una consulta sobre si deben continuar al frente del partido. (Reuters)

Qué la pareja tiene contradicciones lo sabemos desde el primer día. Muchas y gordas. El problema es si las mismas son capaces de subsistir en el tiempo y frente a todos. Ahora pondrán leer tranquila y sosegadamente en su mansión de la Sierra de Guadarrama. Entre esas lecturas no debería faltar la increíble historia de Sir Thomas Moro que a fuer de coherente su cabeza rodó en la Torre de Londres. "¡All man for old seasons!", señor Iglesias.

Sencillamente, porque el que no vive como dice pensar termina pensando como vive.

En la vida hay que tener suerte. Mucho más en la vida política. Que se lo pregunten a la pareja. El debate sobre el chalé de Galapagar estaba resultando letal, cainita, subversivo. Amenazaba ruina total. Hete aquí que aparece Eduardo Zaplana en carne mortal y unas horas después el caso Gürtel en su más pura esencia.

Irene Montero