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Graciano Palomo

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Jaque al rey

No queda ahí el desmadre. Porque el Gobierno, acto seguido y sin despeinarse, ofrece su mano a los mismos que la quieren cortar

Foto: El rey Felipe VI, junto a Pedro Sánchez y Quim Torra en la inauguración de los Juegos Mediterráneos. (EFE)
El rey Felipe VI, junto a Pedro Sánchez y Quim Torra en la inauguración de los Juegos Mediterráneos. (EFE)

Es difícil, imposible, encontrar una nación en el contexto europeo donde el jefe del Estado sea sometido diariamente a más vejaciones. Un rey constitucional —representa, pero no gobierna— que no puede salir a determinadas calles sin sentir el oprobio, la desconsideración y la falta de respeto.

Alguien dijo que España, tras el pacto constitucional del 78, es más una "república coronada" que una "monarquía con corona". Tiene el aserto su fundamento. Las cosas se han puesto realmente difíciles para él. Un trabajo que, como dijo JFK cuando la Crisis de los misiles, lo dejo para el que desee ocuparlo. La gran ventaja de Felipe VI es que tiene cuajo para aguantar lo que le echen. Nadie le dijo nunca que su oficio era cosa fácil.

Es difícil, imposible, encontrar una nación en el contexto europeo donde el jefe del Estado sea sometido diariamente a más vejaciones

Los separatistas catalanes, que son secesionistas y antiguos pero no tontos, se percataron en las jornadas negras de septiembre y octubre de 2017 que la figura del rey era un murallón sobre el que se estrellarían. Con la marcha de Mariano Rajoy se han quedado sin "enemigo" sobre el que estrellar su odio, sus mentiras y sus espúreos intereses. Como estos separatistas han llevado en volandas a Sánchez y este todavía no les ha pagado factura alguna (está por ver cómo y por cuenta de quién abona la minuta) el fuego graneado, ora abiertamente, ora taimada y disparando por detrás, se dirige hacia el jefe del Estado que no solo tiene las manos atadas por ejercicio constitucional sino también la boca sellada.

Si algún colega europeo ejerciente en países de monarquías constitucionales le dijeran que la máxima representación institucional tiene que irse a un restaurante para escenificar un acto en el que se entrega un premio porque un ayuntamiento le cierra las puertas del consistorio no pestañearía y entendería 'ipso facto' que se trata de una 'fake new'.

No queda ahí el desmadre. Porque el Gobierno, acto seguido y sin despeinarse, ofrece su mano a los mismos que la quieren cortar.

Es difícil, imposible, encontrar una nación en el contexto europeo donde el jefe del Estado sea sometido diariamente a más vejaciones. Un rey constitucional —representa, pero no gobierna— que no puede salir a determinadas calles sin sentir el oprobio, la desconsideración y la falta de respeto.

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