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La izquierda y la Iglesia
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Graciano Palomo

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La izquierda y la Iglesia

Mientras los obispos se dejen embaucar por empleados mucho más listos y avariciosos, la Iglesia no saldrá del pozo

Foto: El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez. (EFE)
El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez. (EFE)

No habrán pasado más de dos años cuando presencié un sucedido que me dejó de piedra. Fernando Giménez Barriocanal, el poder fáctico por antonomasia en la Conferencia Episcopal Española (CEE), cogió en un aparte a la entonces ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, y delante de varias personas (entre ellas yo) le conminó a que debía arreglar los problemas de unas monjitas para que percibieran una pensión. La ministra abrió los ojos como platos y le dio largas, máxime tratándose de la ocasión de la copa de Navidad.

No pasó mucho tiempo hasta que Giménez (militante del grupúsculo ultracatólico Comunión y Liberación, 'kikos') diera órdenes directas y a través de sus 'petakas' (Julián Velasco, el gran degustador de paellas Sergio Peláez) a sus comunicadores en 13 TV para que lo del PP fuera puesto en sordina. Un tiempo antes, el Gobierno del PP le había concedido a la Iglesia un canal nacional de televisión, cuyo pliego de condiciones no han sido cumplidas casi nunca por parte de los adjudicatarios.

Foto: Carlos Herrera, en una entrevista con Mariano Rajoy en Moncloa, el pasado mes de marzo. (EFE)

La 'derecha pagana' está hasta el gorro de los 'meapilas'. Lo más grave no son los sacerdotes católicos y los obispos (aunque también en este último caso), lo escandaloso es que un grupito de no ensotanados han hecho de la marca Iglesia una forma de vida, nada desdeñable y con chalet. Con la Iglesia siempre se vive mejor.

Bien. Ahora, el conglomerado de izquierdas que manda en España se apresta a ajustar las frecuencias a la organización católica. En cuestiones de 'pasta', y también en cuestiones que la Iglesia Católica considera esenciales en su ideario y escala de valores como es la eutanasia. Creo que les preocupa más lo de la pasta. En la misma noche en la que Pedro Sánchez durmió en el palacio de la Moncloa el presidente de los obispos, un tal Ricardo Blázquez, mandó una enternecedora felicitación 'felpudo style' al nuevo primer ejecutivo del país.

Estoy a favor de que cada individuo, cada persona, pueda decidir libremente en esa hora suprema, si quiere quedarse en este mundo o irse a caminar rumbo a lo desconocido. Y también estoy a favor de que la Iglesia Católica (y el resto) paguen IBI como todo hijo de satán.

"Estoy a favor de que cada individuo pueda decidir libremente si quiere quedarse en este mundo o irse a caminar rumbo a lo desconocido"

Me gustaría que el tal Blázquez, además de su pelotilleo al poder, se fuera a ver a los 75.000 desdichados españoles que están esperando a la parca sin esperanza alguna de sobrevivir. ¡Que les explique que hay que seguir sufriendo extraordinariamente!

Mientras los obispos —¡tan listos ellos!— se dejen embaucar por empleados mucho más listos y avariciosos (de poder o de dinero), la Iglesia no saldrá del pozo y la marginalidad será una de sus emblemáticas y actuales señas de identidad.

Es difícil servir a dos señores. Entre Osoro y Barriocanal. Elijan.

No habrán pasado más de dos años cuando presencié un sucedido que me dejó de piedra. Fernando Giménez Barriocanal, el poder fáctico por antonomasia en la Conferencia Episcopal Española (CEE), cogió en un aparte a la entonces ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, y delante de varias personas (entre ellas yo) le conminó a que debía arreglar los problemas de unas monjitas para que percibieran una pensión. La ministra abrió los ojos como platos y le dio largas, máxime tratándose de la ocasión de la copa de Navidad.

Fernando Giménez Barriocanal Eutanasia Moncloa