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Sánchez se ahoga en el detritus separatista
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Graciano Palomo

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Sánchez se ahoga en el detritus separatista

El problema del presidente es que no es posible dar agua mientras se cambian las cañerías. Hace de tripas corazón, mientras el Gobierno y el PSOE se cuartean de forma inmisericorde

Foto: Pedro Sánchez acaricia a su perra en Moncloa. (Reuters)
Pedro Sánchez acaricia a su perra en Moncloa. (Reuters)

Comprendo la extraordinaria dificultad del jefe del Gobierno para mantener el tipo en el Parlamento. Sánchez es un mesetario madrileño, las habilidades galaicas le quedan lejos, los mimbres cimbreantes solo se dan por Almería. Frente a esa realidad se alza la necesidad suprema de la supervivencia.

Por un lado, el grupo mayoritario en la Cámara (PP), que de negociaciones y pactos sabe una miaja, aprieta el dogal para que vomite los acuerdos con separatistas. Los de Rafael Hernando saben que si le cazan en un renuncio de esa naturaleza (mantenimiento de la integridad del Estado) habrán encontrado la fórmula para mandarle al otro barrio sin oportunidad alguna para que el 'book' de Iván Redondo tenga una tercera oportunidad.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero (Efe)

Por otro, Torra y Rufián le encadenan al voto que le dieron y EXIGEN. EXIGEN, ORDENAN Y HUMILLAN en un espectáculo nacional e internacional digno de mejor causa. El presidente les pide desesperadamente tiempo. Les ofrece DIÁLOGO como si fuera el bálsamo de Fierabrás en un intento de hacer buena la cuadratura del círculo cuando los separatistas (conscientes de la enorme debilidad del Estado por tantas cosas) aprietan el acelerador en busca de la autodeterminación que creen está al alcance de la mano.

Este es el escenario básico. La letra pequeña se escribe con Pedro Morenés —¡por fin el embajador en Washington se ha ganado algo de lo mucho que le pagamos los contribuyentes!—, las idas y venidas de Carles Campuzano, los paseos jesuíticos de Aitor Esteban por encargo de Iñigo Urkullu y el burro por la linde de Pablo Iglesias.

El gran problema de Sánchez es que no es posible dar agua mientras se cambian las cañerías. Hace de tripas corazón, mientras el Gobierno y, sobre todo, el PSOE se cuartea de forma inmisericorde ante la complacencia con los rompedores con el añadido de que ahora ni PP ni Ciudadanos están dispuestos a echarle una cuerda mientras el pozo se hace cada vez más oscuro. De lealtades es difícil poder escribir una línea; deslealtades dan para un libro entero.

Sánchez hace de tripas corazón, mientras el Gobierno y, sobre todo, el PSOE se cuartea de forma inmisericorde

Si cede, Borrell (y otros) darán un portazo. En cambio, si mantiene el pulso a los golpistas con palmaditas y buen rollo su legislatura prevista para dos años puede acabar en septiembre. Tal y como están las cosas y ya desde el poder, quizá, la mejor solución sería ir preparando el partido para unas próximas elecciones generales. España se puede permitir incluso aumentar en un punto el déficit, cooptar nombres irrelevantes y sectarios para cargos de relevancia; lo que no parece fácil es que el Estado se sostenga con los actuales mimbres y conviviendo en sus entrañas con cargas explosivas.

Además, si se trata de asegurarse la victoria, el PP no sabe en estos momentos por dónde les da el aire y Ciudadanos necesita imperiosamente recuperar su propio oremus.

Comprendo la extraordinaria dificultad del jefe del Gobierno para mantener el tipo en el Parlamento. Sánchez es un mesetario madrileño, las habilidades galaicas le quedan lejos, los mimbres cimbreantes solo se dan por Almería. Frente a esa realidad se alza la necesidad suprema de la supervivencia.

Pedro Sánchez Rafael Hernando