Elecciones inevitables: resistir más allá de lo razonable

Que el presidente Sánchez tiene la voluntad de llegar al 2020 es algo que sabe todo el mundo. Lo volvió a repetir el pasado jueves aprovechando ante el mismísimo Macron. Ninguna novedad.

Por lo que parece, está dispuesto a tragar lo que haga falta: votaciones parlamentarias en falso, desplantes, amenazas y ordeno y mando por parte de aquellos que le llevaron en volandas hasta el poder.

Hay un pequeño problema: no depende de su determinación ni de su ambición. Está al socaire de lo que dispongan sus socios de moción de censura. La ministra portavoz ha reiterado que no se puede aguantar una situación de debilidad parlamentaria "más allá de lo razonable".

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Lo razonable podría ser que el Gobierno y su presidente transmitan la sensación, por ejemplo, que el Estado no esté en almoneda y según sople el viento o el humor de sus sostenedores. Tengo la sensación, en base a algunos datos no publicados, de que los independentistas empiezan a ponerse nerviosos. Tienen la sensación de que la persona que les facilitó deshacerse de Mariano Rajoy les toma el pelo. Una palmadita por aquí y una promesa por allá.

Tampoco los dirigentes de guardia en Podemos parecen estar exultantes con los requiebros del presidente. Hasta el momento no han pillado cacho en ninguna de las estancias que les resultan tan caras. Algo les tendrá que dar si no quieren que los arados se tornen en espadas.

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Habría otra razón de importancia para convocar elecciones anticipadas; que los graves asuntos que atenazan a España empezaran a enseñar la patita. Inmigración violenta (Ceuta), casos de corrupción en el PSOE, más que posible deterioro económico a corto plazo, conflictos laborales en sectores claves y meteduras de pata considerables. Esto es, que el viento puede soplar en plan cierzo. Sobre todo, cuando, después de alcanzar el poder, el PSOE parece haberse convertido en el partido con más intención de voto del país.

Mejor es ponerse una vez rojo que veinte colorado. Creo.