Ojo al turismo: el gran suflé se desinfla

La economía española es la mayor dependiente del turismo de toda la OCDE, es decir, de los países industrializados. Unos 11,1 puntos del PIB hispano dependen del turismo, así como casi tres millones de puestos de trabajo directos e indirectos.

Las otras dos grandes potencias turísticas del mundo (Francia y Estados Unidos) compiten con España por el liderazgo mundial en el sector, la primera solo depende en un 7,10 y Estados Unidos, en un 2,7 %.

Quiere decir esto que pocas bromas con el asunto. Algunos territorios de alto privilegio turístico como Cataluña y Baleares hace tiempo que juegan con las cosas de comer. Ahora empiezan a sufrir las consecuencias de procederes, cuando menos, irresponsables. En las últimas temporadas España ha tenido no menos de tres a cuatro millones de turistas prestados por países del Mediterráneo (Egipto, Túnez, Turquía, fundamentalmente) debido a los cataclismos de inseguridad y las cambiantes y violentas circunstancias políticas. Pero están recuperándose y empiezan a sacar pecho. Cuentan con un argumento imbatible: los precios.

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Las previsiones de los expertos subrayan que será muy difícil que España vaya a superar el récord histórico absoluto alcanzado el pasado 2017. Tampoco con huelgas salvajes y tumultos se atrae al turista pagador. Me sorprende, por ejemplo, la pasividad del Gobierno en relación con la huelga de Ryanair, la compañía sorpresa del más que sorprendente irlandés O'Leary. O la más que displicente ausencia del poder pública en la gresca de los taxistas barceloneses.

Siempre es más fácil y cómodo dedicarse a la 'politiquería' del cargo.