El poder es algo intangible; la ideología, fungible

El verano 2018, ya en sus estertores, ha sido prolijo en noticias sobre nombramientos, sinecuras, mamandurrias a gogó y reparto de prebendas (bien pagadas) entre los deudos del Gobierno de Sánchez.

Mi única sorpresa al respecto ha sido precisamente la sorpresa de algunos (patrimonialización del Estado, lo llaman) ante el hecho de que 'magnis itineribus' el PSOE haya tomado hasta el último reducto de poder. Iba de suyo. ¿Que los hechos no se compadecen con la prédica de cuando Pedro Sánchez estaba en la oposición y no oteaba posibilidad alguna de dormir en el palacio de La Moncloa? ¡Vaya novedad! Estamos acostumbrados a semejantes comportamientos.

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Juanma Romero

Dame pan y llámame tonto. Es cierto que en determinados casos se han pasado en la avaricia. Como es el caso del filósofo, José Vicente Berlanga, 30 años afiliado al PSOE y ex alto cargo en la Generalitat Valenciana, que preside la Empresa Nacional de Uranio sustituyendo en el cargo al ingeniero José Luis González. Luego, vendría el despido de Juan Manuel Bonet del Instituto Cervantes –una institución de Estado– al que había confirmado el ministro de Exteriores, Josep Borrell, y luego la vicepresidenta Carmen Calvo mandó al averno por cuestiones personales.

En medios socialistas y gubernamentales me apuntan el apellido de la vicepresidenta como “gran muñidora” de la mayor parte de los nombramientos. Desde la Agencia Efe a la elección de José Félix Tezanos al frente del CIS. Nada que objetar, es el poder. Salvo que los discursos se diluyen y saltan por los aires cuando llega el reparto del grano. Yo jamás escribiría esto que he leído bajo la firma de un joven y emergente columnista de un gran diario nacional: “El sanchismo se comporta ante los recursos del Estado como una partida de saqueadores arramplando un botín”.

El pueblo, contribuyente y pagano, está de vuelta.