El cáncer de la Iglesia española

Los jerarcas católicos españoles decidieron el mes pasado nombrar al obispo de Astorga (León), monseñor Menéndez, para presidir y dirigir una comisión "ad hoc" para prevenir los abusos sexuales a menores por parte de eclesiásticos.

Bien, pero llega tarde. Nunca sabrán a ciencia cierta los responsables de esos abusos —extendidos por el ancho mundo, España incluida— el daño irreparable que han hecho. En España, no solo por este asunto pero también, los templos están vacíos y los jóvenes brillan por su ausencia.

El descrédito social de los jerarcas en la España actual no tiene paragón histórico

Tengo para mí que los señores obispos, con el cardenal Blázquez a la cabeza —el que solo habla con Dios— recogen el desastre como resignación cristiana. El descrédito social de los jerarcas en la España actual no tiene paragón histórico… Con toda razón. He escrito ya en algunas ocasiones que la Iglesia no tiene más remedio que ser de origen divino, porque si fuera por sus responsables hace siglos que ya estaría bajo tierra. Los obispos se han supeditado —conscientemente o no— a lo que ordena taimadamente el vicesecretario general de la Conferencia Episcopal para Asuntos, un seglar con militancia en grupúsculo, Fernando Giménez Barriocanal del que se habla 'mutatis mutandi' por lo bajini, pero nadie se atreve a decapitarle. No pasaría nada… Pero… Y con él algunos multimillonarios agazapados con mansión en La Finca sin enterarse el papa Francisco, que dijo aquello de los curas y los Ferraris, pero se le olvidó hablar de los empleados en sus empresas mediáticas que viven como curas. Esta es la verdad. Y la verdad es siempre la verdad.

Los más creyentes en la Divina Providencia se aferran a que se trata de un invierno de fe que la propia Providencia se encargará de poner sordina. Barriocanal abrió los medios de la Iglesia, de par en par, a la muchachada de Podemos; que como todo el mundo sabe quiere poner a la institución religiosa en una peana. Ahí tiene el resultado. El sigue en su despacho de Añastro, 1. ¡Y mandando!

¡Fíate de la Virgen y no corras!