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Graciano Palomo

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Lo de Carmen Calvo

Resulta que las nuevas generaciones ni siquiera saben a ciencia cierta quién fue Franco; los franquistas biológicos se han ido extinguiendo bajo el peso de las décadas

Foto: La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. (EFE)
La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo. (EFE)

La vicepresidenta Calvo, con ese toque cordobés con final de palabra redondo, adornada en una revolé de gesto adusto y de importancia, pasará al libro Guinness de los récords. Creímos que accedía circunstancialmente como número dos de un gobierno circunstancial a un puesto con fecha de caducidad para coordinar a unos ministros cooptados a toda velocidad —¿o no?— e intentar ganar desde el poder las elecciones que prometieron convocar "magnis itineribus". Estábamos equivocados. En todo.

Carmen Calvo tiene su propio objetivo. Casi monocultivo, obsesivo y hasta enfermizo. Un objetivo que tiene difícil explicación observado con perspectiva de interés general, salvo su compromiso personal con su jefe —¿o no?— , sobre todo, cuando perora acerca de una "urgencia sobre toda urgencia" para la sociedad española, esto es, sacar a la momia de su tumba. Resulta que las nuevas generaciones ni siquiera saben a ciencia cierta quién fue ese señor; los franquistas biológicos se han ido extinguiendo bajo el peso de las décadas, el Valle de los Caídos se cae a pedazos (literal) y las urgencias de una inmensa mayoría de españoles están en mantener sus puestos de trabajo, cobrar una pensión que les permita no tener sabañones, prepararse adecuadamente para enfrentar la vida o disponer de un techo acorde con los tiempos que corren.

El horror/temblor que le debe haber entrado a Fernando Giménez Barriocanal, el hombre que manda realmente en la Iglesia española

No. La vicepresidenta ha conseguido algo realmente difícil: que el Vaticano desmienta a un gobierno teórico de una nación teóricamente católica, algo que no ocurría desde que Chindasvinto se divertía con el aro. El horror/temblor que le debe haber entrado a Fernando Giménez Barriocanal, el hombre que manda realmente en la Iglesia española, ante el choque de ensotanados le habrá impulsado a mandar las nóminas a los señores obispos de todo lo que queda de año. Barriocanal no sabe vivir sin sobar el lomo al poder, especialmente si es de izquierdas y amenazante con los cirios pascuales.

Calvo tiene mala fama entre sus coleguillas de militancia. Inmerecidamente. Le acusan de autoritarismo y de besarse el ombligo. Le gusta llamar la atención (ya lo hizo en el gobierno Zapatero con los Papeles de Salamanca), pero hasta la fecha los resultados (como a Lopetegui) no acompañan: monocultivo, desmadre gubernamental, rectificaciones, parvulario, inconsistencia y trágala (RTVE). La Fundación Franco debería instituir un galardón específico para la vicepresidenta. Más de cuarenta años después, cuando morían y se extinguían por inanición, llega una mujer cordobesa con ínfulas y les pone de nuevo en el mapa.

¡Creo recordar que a Calvo la compramos a precio de estadista!

La vicepresidenta Calvo, con ese toque cordobés con final de palabra redondo, adornada en una revolé de gesto adusto y de importancia, pasará al libro Guinness de los récords. Creímos que accedía circunstancialmente como número dos de un gobierno circunstancial a un puesto con fecha de caducidad para coordinar a unos ministros cooptados a toda velocidad —¿o no?— e intentar ganar desde el poder las elecciones que prometieron convocar "magnis itineribus". Estábamos equivocados. En todo.

Valle de los Caídos RTVE Carmen Calvo