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Hipotecas: jugada maestra de Sánchez
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Graciano Palomo

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Hipotecas: jugada maestra de Sánchez

Cuando se produjo la primera sentencia de la Sala III un escalofrío recorrió la espinosa dorsal del endeble sistema financiero español

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el presidente de la Fundación RAISS, el actor estadounidense Richard Gere. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el presidente de la Fundación RAISS, el actor estadounidense Richard Gere. (EFE)

Éramos pocos y parió el Tribunal Supremo. Fiel reflejo de lo que ocurre en el país —cuarteo y división— el alto tribunal se ha cubierto así mismo con el desprecio de los "justiciables". Lo peor que le puede ocurrir a un Tribunal Supremo es la sospecha, la inseguridad (jurídica) y la incertidumbre respecto a la justeza en sus conclusiones.

Carlos Lesmes, en tiempo de descuento, no pasará a los anales grandiosos que se esculpen en los frontispicios del caserón de la Plaza de París. Muere (judicialmente hablando) como vivió. Se empeñó en entregar la Sala III a un amigo personal y ahí tienen el monumental carajal en el que ha metido al Tribunal, al Estado, a la sociedad, a la banca española que está en plena tiritera y a los ciudadanos.

Foto: Imagen: EC.

¿Quién gana en el carajal? En primer lugar, aquellos que tienen intereses espurios en debilitar al TS cuando restan pocas semanas para que se abra la gran causa contra los golpistas/independentistas que confundieron a un Estado miembro de la Unión Europea con una bagatela. Es de libro.

En segundo lugar, el más beneficiado por el desmadre de los impuestos hipotecarios —que afecta a millones de ciudadanos— es Pedro Sánchez; le viene de perlas la situación creada para enchufarse el traje de Superman para aparecer como el defensor supremo de los atribulados contribuyentes. Así se las ponían a Fernando VII.

Cuando se produjo la primera sentencia de la Sala III un escalofrío recorrió la espinosa dorsal del endeble sistema financiero español. Diez mil a dieciocho mil millones de euros significa una nueva quiebra bancaria imposible de soportar en las actuales circunstancias. Se movieron todos los hilos, argumentando racionalidad y común sentido, y se hizo llegar a los togados que no podían desconocer lo que la mayoría de la población estaba al tanto. Desde el Gobierno en ejercicio que se movilizó sutil pero determinadamente para intentar parar el estacazo. Tenía que salvar un problemón extraordinario que podría poner en jaque todo el chiringuito nacional.

Lo salvó, se quitó de encima el quilombo y acto seguido reunió a su consejo de ministros para poner sordina a la banca y aparecer ante la opinión pública como el que a partir de ahora les libraba de pagar una pasta.

—¡¡¡Democracia es también que no paguen siempre los mismos…!!!

¡Crack!

Éramos pocos y parió el Tribunal Supremo. Fiel reflejo de lo que ocurre en el país —cuarteo y división— el alto tribunal se ha cubierto así mismo con el desprecio de los "justiciables". Lo peor que le puede ocurrir a un Tribunal Supremo es la sospecha, la inseguridad (jurídica) y la incertidumbre respecto a la justeza en sus conclusiones.

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