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Teorías "cuánticas" de Sánchez sobre su existencia y la oposición
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Graciano Palomo

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Teorías "cuánticas" de Sánchez sobre su existencia y la oposición

Lo más sorprendente es que suelta lo que suelta y parece creérselo. Alrededor no hay aplauso sincero alguno, pero los que le adeudan sinecuras y mamandurrias sonríen aviesos

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE)
Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE)

Mientras media España se chotea acerca del "francotirador de Tarrasa" —este país puede resultar muy cruel cuando alguien intenta tomarle el pelo—, el presidente Sánchez, no se besa porque no se llega, disfruta del poder como ninguno de los otros primeros ministros que le han precedido y que llegaron por la puerta principal de palacio. Se regodea de gusto.

Si llegó a Moncloa con 84 diputados y tras una moción de censura con aliados variopintos (la política hace extraños compañeros de cama), el personal más avisado se pregunta qué será cuando pase de los cien. Podría tratarse, en efecto, de una conjunción cósmica como aquella que anunció la intelectualmente inabarcable Leyre Pajín cuando coincidieron en el poder su factótum Zapatero y Barack Obama. Luego, resultó lo que resultó.

Foto: Pedro Sánchez. (Reuters)

Bien. Lo más sorprendente en Pedro Sánchez es que suelta lo que suelta y parece creérselo. Alrededor no hay aplauso sincero alguno, pero los que le adeudan sinecuras y mamandurrias sonríen aviesos. Normal. Lo que no es muy habitual en el mundo libre, por ejemplo, es lo que ha dicho, sin ir más lejos, en la última semana. Afirma que PP y Ciudadanos amenazan la "paz social", contrapone su "sentido común" y su "moderación" frente a la "bronca tabernaria" practicada por las formaciones citadas. Lo dice él, el que agasaja a separatistas que hacen la vida imposible a los que no piensan que Cataluña tiene futuro alguno fuera de España y los que violan a diario, con alevosía pero ya sin nocturnidad, los sentimientos, creencias y pareceres de los millones de catalanes que quieren la vía catalana, la española y la europea. ¡Y se queda tan ancho! Tiene como socios principales a los que desean la voladura de la Constitución (40 años) y la subversión de los valores esenciales que han hecho una democracia solvente (con errores, claro, pero solvente), progresista, liberal y exportable.

Hace escasos días una reputada colega francesa se/me preguntaba si las "cosas de Sánchez se las cree él mismo". Bueno, contesté, hay una parte de "política", pero creo en esencia que sí.

A Suárez, Calvo Sotelo, Felipe, Aznar, Zapatero el síndrome monclovita tardó en florecer unos años. La novedad, oiga, es que a Sánchez sin ganar jamás una elección fuera del PSOE (lo normal en democracia y en el sentido común que invoca para sí), el virus se le ha inoculado en cuatro meses. ¡Qué 'crack'! ¡Qué inmenso 'crack'!

Mientras media España se chotea acerca del "francotirador de Tarrasa" —este país puede resultar muy cruel cuando alguien intenta tomarle el pelo—, el presidente Sánchez, no se besa porque no se llega, disfruta del poder como ninguno de los otros primeros ministros que le han precedido y que llegaron por la puerta principal de palacio. Se regodea de gusto.

Pedro Sánchez