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El inquietante pesimismo que nos envuelve
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Graciano Palomo

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El inquietante pesimismo que nos envuelve

Cuando viajamos por otros lugares del mundo nos percatamos de que por aquellos lares no atan los perros con longaniza, ni España está al borde del abismo

Foto: Protesta contra un desahucio en Madrid. (EFE)
Protesta contra un desahucio en Madrid. (EFE)

En los ambientes ilustrados del país, en aquellos sectores más dinámicos de la sociedad —economía, cultura, emprendimiento—, en los medios profesionales y en todo aquello que no es clase pasiva de España está calando una idea extraordinariamente peligrosa: esto no tiene arreglo.

Ya nos pasó en otras muchas épocas de nuestra abigarrada historia. No es algo de una generación concreta, sino de todas las generaciones que pueblan actualmente la nación española del momento. Algo falla.

Resulta que cuando viajamos por otros lugares del mundo nos percatamos de que por aquellos lares no atan los perros con longaniza, ni España está al borde del abismo (aunque sí en peligro de subsistencia territorial) y las condiciones sociales/económicas son las mejores (pese a la deuda extraordinaria tanto la pública como la privada) de nuestra larga Historia.

Es perceptible, sin embargo, una sensación —que va en aumento— de falta de rumbo, de desgobierno y de ramplonería por parte de la clase política que nadie atina a tabular y mucho menos a indicar cómo se sale del marasmo y de la glotonería pesimista. Una creencia generalizada y fuerte entre el pueblo contribuyente y pagano de que sus dirigentes políticos van a lo suyo y que se sustancia con hechos frente a las palabras. De engaño. De luchar (de palabra) contra los desahucios a comprar palacetes en el extrarradio. Suma y sigue.

Hay una creencia generalizada y fuerte entre el pueblo contribuyente y pagano de que sus dirigentes políticos van a lo suyo

Hay un descriptible DESCREIMIENTO sobre la posibilidad de ordenar el deambular colectivo; incluso esta sensación es mucho más amplia y peligrosa entre las nuevas generaciones que, cercanas ya a los 40, ven como nunca podrán superar el avance de sus abuelos y padres.

De ese estado de cosas a los extremos solo hay un peldaño. No es cosa esta exclusivamente con vitola "marca España", pero a mí me toca hablar y escribir de lo que vivo.

Vivo lo descrito.

En los ambientes ilustrados del país, en aquellos sectores más dinámicos de la sociedad —economía, cultura, emprendimiento—, en los medios profesionales y en todo aquello que no es clase pasiva de España está calando una idea extraordinariamente peligrosa: esto no tiene arreglo.