Palo Alto
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28-A: la España gaseosa
De repente, ha desaparecido la preocupación por las pensiones; los desahucios han dejado de existir; el terrorífico déficit público se ha evaporado
Cualquier mediano observador que llegue a nuestro país procedente del mundo libre podrá colegir que la durísima campaña electoral que ha comenzado (porque es campaña, dejemos los eufemismos para mejor ocasión) no se entiende desde un análisis serio.
El debate y la controversia se ciñen a cuestiones baladíes, el impacto en los medios tiene que ver con las gracietas. Los exabruptos alcanzan en ocasiones categoría de leyendas y la palabra más utilizada a diestra y siniestra es "mentira".
De repente, ha desaparecido la preocupación por las pensiones; los desahucios han dejado de existir; el terrorífico déficit público se ha evaporado; sobre la cultura del mérito, nadie sabe de qué va esa vaina. El país parece tener pleno empleo y las jóvenes generaciones pueden respirar tranquilas, sentarse en un jamón y comer de otro.
Importa más si la momia tiene otra tumba de alquiler o alguien ha dicho miembros o miembras. Andan a la greña por un quítame allá esas pajas mientras el peligro de una intervención sobre el Reino no ha pasado ni mucho menos. Muy pocos son a los que parece preocupar el sostenimiento del inaguantable gasto sanitario (el mejor sistema del mundo, sin duda) o cómo se va a pagar a los casi doce millones de pensionistas sin poner en riesgo la supervivencia económica del Estado.
Me da igual que el debate sea a cinco, cuatro o a dos. Lo que me importan son las propuestas creíbles para afrontar esos asuntos.
Me temo que también al pueblo.
Cualquier mediano observador que llegue a nuestro país procedente del mundo libre podrá colegir que la durísima campaña electoral que ha comenzado (porque es campaña, dejemos los eufemismos para mejor ocasión) no se entiende desde un análisis serio.