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¿Qué hacemos con los sindicatos?
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Graciano Palomo

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¿Qué hacemos con los sindicatos?

Desde el inicio mismo de la Transición, para todos los gobiernos, los sindicatos llamados de “clase” fueron intocables. Pero hay que reflexionar sobre su papel en la actualidad

Foto: Protesta de sindicatos. (EFE)
Protesta de sindicatos. (EFE)

El nuevo escándalo que envuelve a UGT (Andalucía) –que tapó convenientemente el régimen socialista- con subvenciones prefabricadas pone de manifiesto que incluso esas instituciones intocables desde hace 40 años e indispensables en un régimen social y democrático viene a poner de manifiesto que la corrupción no es cosa de unos o de algunos.

¿Viven los sindicatos de sus propios medios? No. Ese escándalo reciente, unido al monumental de los ERES en los que UGT y CCOO tuvieron mucho que decir, coloca a esa organización sindical –central hermana del PSOE- en una difícil situación.

Foto: Manuela Carmena (c), junto a los secretarios generales, de UGT, Pepe Álvarez, y de CCOO, Unai Sordo (EFE)

El más obsceno, sin duda, ha sido el del histórico dirigente minero asturiano Fernández Villa que al final de su existencia nos enteramos que barría para casa. Zapatero, el siempre insigne Zapatero, le regó de millones y resultaba algo así como un icono para los sindicalistas. Luego vinieron los de UGT y CCOO Madrid con sus tarjetas “black” y otros asuntos que todavía no han visto la luz.

Los dirigentes encontraron al frente el rol económico y el estatus social que no podían haber alcanzado nunca dentro de la cultura del mérito


Desde el inicio mismo de la Transición, para todos los gobiernos, los sindicatos llamados de “clase” fueron intocables. Sacaban lo que les venía en gana. Mandaban mucho más que algunos ministros –ahí está, por ejemplo, el caso de Cándido Méndez- y se convirtieron en un leviatán para empresarios, emprendedores.


Sus dirigentes, en muchos casos, encontraron al frente de sus organizaciones el rol económico y el estatus social que no podían haber alcanzado nunca dentro de la cultura del mérito.

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Tienen, a mi modesto punto de vista, que reflexionar sobre su papel en la sociedad democrática donde los tradicionales “obreros” han dejado de existir y han aparecido núcleo de lúmpenes laborales a los que debería proteger. Hay miles de casos en las empresas públicas –EFE y RTVE sin ir más lejos- donde pertenecer al comité de empresas es sinónimo de intangibilidad y en demasiados casos en no dar un palo al agua.

El nuevo escándalo que envuelve a UGT (Andalucía) –que tapó convenientemente el régimen socialista- con subvenciones prefabricadas pone de manifiesto que incluso esas instituciones intocables desde hace 40 años e indispensables en un régimen social y democrático viene a poner de manifiesto que la corrupción no es cosa de unos o de algunos.

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