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Graciano Palomo

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Marchena se los come

Lo realmente importante del asunto es si España puede seguir siendo España y el Estado español un lugar de Derecho

Foto: El magistrado Manuel Marchena junto al juez Juan Ramón Berdugo en el juicio del 'procés'. (EFE)
El magistrado Manuel Marchena junto al juez Juan Ramón Berdugo en el juicio del 'procés'. (EFE)

Pasados los primeros días de impacto mediático en el juicio 'procés' —el último intento en la Europa libre por quebrar un Estado— la atención mediática, pese a la fuerza de los testimonios de los testigos de la Guardia Civil y del exjefe de los Mossos, ha ido diluyéndose. Al pueblo llano le importa una higa porque pudo comprobar 'in situ' y en directo cómo fue aquel intento.

Los abogados de los secesionistas, lógico, intentan salvar el trasero de sus defendidos mediante triquiñuelas que dicen poco de la épica de los encausados (salvo Oriol Junqueras que es el 'braveheart' de la cosa) y tratan por todos los medios sustanciar ante la Sala II del Tribunal Supremo que aquello fue una verbena, cara, pero verbena. Los enjuiciados y los que juzgan saben perfectamente que lo del TS es un aperitivo porque aquellos, sea cual sea la sentencia, van a ir directos a Estrasburgo para tratar de conseguir en el TEDH dos cosas. La primera que el Tribunal Europeo los libere de las penas que pudieran transportar y en segundo lugar y lo más definitivo desde el punto de vista político es que se presente a un estado miembro de la Unión como una cueva de forajidos donde no se respeta nada.

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Manuel Marchena es consciente de ello. Por eso se conduce como se conduce. Sabe que cualquier mínimo desliz en la conducción del juicio —de manera especial en el capítulo de las garantías— puede ser letal para la 'auctóritas' que le embarga y definitivo para el Estado cuyo poder judicial encarna en ese menester.

Hasta la fecha se los ha ido comiendo con aderezos.

Lo realmente importante del asunto es si España puede seguir siendo España y el Estado español un lugar de Derecho. El profundo hastío con el que contempla y sufre el pueblo español —también y mayoritariamente el catalán— la subida al monte de los secesionistas tendría que hacer reflexionar a los que tienen en su mano intentar resolver una cuestión tan casposa y antimoderna.

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Las gentes de mi generación llevamos padeciendo desde que nos incorporamos al mundo profesional el llamado "problema catalán". Y vamos a terminar nuestro periplo de la misma manera cuando sabemos que en el mundo civilizado, libre y en progreso la atención se dedica a las cosas de comer. La cosa se sale de madre y la paciencia tiene un límite. Vuelvo a recordar aquí que una nación es antes que nada la voluntad de vivir juntos. Sostengo que si alguien se quiere marchar que se largue.

Tenemos cosas más importantes a las que dedicar nuestras cortas vidas.

Pasados los primeros días de impacto mediático en el juicio 'procés' —el último intento en la Europa libre por quebrar un Estado— la atención mediática, pese a la fuerza de los testimonios de los testigos de la Guardia Civil y del exjefe de los Mossos, ha ido diluyéndose. Al pueblo llano le importa una higa porque pudo comprobar 'in situ' y en directo cómo fue aquel intento.

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