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El escandaloso caso de la UCJC
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Graciano Palomo

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El escandaloso caso de la UCJC

¿Acaso el capital judío/norteamericano puede considerar un centro de enseñanza superior español como si fuera un juguete del Nasdaq y ninguna autoridad diga nada?

Foto: El rector de la Universidad Camilo José Cela (CJC), Eduardo Nolla. (EFE)
El rector de la Universidad Camilo José Cela (CJC), Eduardo Nolla. (EFE)

Si la universidad pública española es un desastre global en transmisión de conocimientos (nadie da lo que no tiene), investigación y buenas prácticas (el nepotismo cabalga desbocado por sus aulas), no puede afirmarse con justeza que la irrupción hace ya más de cinco lustros de la universidad privada haya venido a paliar en algo la carestía intelectual, científica y técnica de lo que debería ser un frontispicio confiado en una sociedad ahíta de referencias. Con dos excepciones salvables: le 'jesuítica' Universidad de Deusto y la 'opusina' Universidad de Navarra. A cada uno lo suyo.

Estamos comprobando que, incluso, concesiones políticas de apertura de universidades privadas se venden al mejor postor como si fueran concesiones de FM o tramos de autopista. Es el caso de la Universidad Europea que ya ha sido enajenada por montones de millones de euros. Vendida ya por dos veces…Y las que se tercien. ¿Nadie investiga? ¿Dónde está la administración? ¿Acaso el capital judío/norteamericano puede considerar un centro de enseñanza superior español como si fuera un juguete del Nasdaq y ninguna autoridad diga nada? ¿Acaso hay algo de por medio?

Foto: Campus de la Universidad Alfonso X el Sabio. (YouTube)

La Universidad Camilo José Cela (UCJC), otro centro privado creado por el famoso Segovia y luego gestionado por su familia, ha tenido mala suerte al contar entre sus doctorados a Pedro Sánchez. Han quedado al descubierto los chanchullos a gogó.

Javier Chicote ha tabulado con precisión matemática todo lo que rodea a un escándalo —con clamorosas mentiras monclovitas incluidas— que las autoridades académicas deberían poner coto porque, entre otras cosas, el prestigio de todos ellos anda en juego. Sánchez juzgó una tesis doctoral cuatro meses después de haber leído la suya y alcanzado el doctorado. Comprendo que sus edecanes despejen balones porque a su jefe le quema el asunto. En noviembre, doctor; en abril, calificador. ¡La rehostia!

Foto: El arzobispo de Burgos, Fidel Herraez (i), denunció las circunstancias de su salida como consiliario de la ACdP. (EFE)

Lo han denunciado catedráticos de solvencia y antigüedad. Como Juan Antonio Maroto (UCM); Antonio Bascones, presidente de la Real Academia de Doctores; Javier Morillas, catedrático de Economía (CEU).

¿Por qué hacen eso? Lo dice la comunidad académica: "Una artimaña para hacer doctores y no les cierren el centro…". ¿Práctica habitual?

Han tenido mala suerte. En este caso, no era otro que el mismísimo presidente del Gobierno. No se inquieten: nadie dirá nada. El miedo es tan libre como un conejo rodeado de canes.

Si la universidad pública española es un desastre global en transmisión de conocimientos (nadie da lo que no tiene), investigación y buenas prácticas (el nepotismo cabalga desbocado por sus aulas), no puede afirmarse con justeza que la irrupción hace ya más de cinco lustros de la universidad privada haya venido a paliar en algo la carestía intelectual, científica y técnica de lo que debería ser un frontispicio confiado en una sociedad ahíta de referencias. Con dos excepciones salvables: le 'jesuítica' Universidad de Deusto y la 'opusina' Universidad de Navarra. A cada uno lo suyo.

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