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¿Con qué Iglesias nos quedamos?
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Graciano Palomo

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¿Con qué Iglesias nos quedamos?

Trata de no dar miedo e incluso sus propuestas más iconoclastas las disfraza y adoba en el celofán del sistema. Aunque bien estudiadas, esas ideas se quedan en poco

Foto: Pablo Iglesias durante el debate en Atresmedia. (EFE)
Pablo Iglesias durante el debate en Atresmedia. (EFE)

¿Acaso no vio toda España y parte del extranjero que Pablo Iglesias se permitía, con justeza, impartir lecciones de corrección y pertinencia? Comprendo el asombro 'urbi et orbi' ante el milagro de Galapagar y el 'aggiornamiento' operado entre aquel muchachito mal encarado que pretendía "asaltar los cielos" a punta de trabuco y el discípulo de San Francisco de Asís que pudimos ver en el plató de Atresmedia.

Con suprema habilidad, el jefe de Podemos ha sabido reconstruir su propia imagen. ¿En qué sentido? Trata de no dar miedo e incluso sus propuestas más iconoclastas las disfraza y adoba en celofán del sistema. Bien estudiadas las propuestas de Iglesias, amén de pedir y suplicar un puesto al lado de Sánchez, se quedan en poco: los 60.000 mil millones de la banca; la entrada con estilete a Iberdrola y Endesa (en lo que muchos podemos estar de acuerdo); el precio de los alquileres de viviendas y poco más.

Foto: (Foto: EFE)

Como buen leninista, Pablo Iglesias demostró el pasado martes en el debate de Vicente Vallés que Marshall McLuhan llevaba toda la razón: el medio es el mensaje. Simplemente, se puede ganar un debate mediocre y sin ningún nivel respetando la palabra del resto y no interrumpiendo como una chinche. Punto.

Simplemente se puede ganar un debate mediocre y sin ningún nivel respetando la palabra del resto y no interrumpiendo como una chinche. Punto.

Todo el mundo cambia y evoluciona, aunque se apellide Iglesias y se llame Pablo. Dice un veterano dirigente que no hay nada tan ferozmente cambiante como el hecho de que veinte guardias civiles vigilen tu seguridad día y noche y, además, viajes ya en el coche oficial por partida doble.

Y eso que todavía no ha pisado moqueta salvo en los ratos que le ha invitado su amigo Sánchez a tomar el té en palacio. Pero hay algo también demoledor como argumento para justificar los nuevos ademanes: está a punto de convertirse en padre de familia numerosa.

¿Acaso no vio toda España y parte del extranjero que Pablo Iglesias se permitía, con justeza, impartir lecciones de corrección y pertinencia? Comprendo el asombro 'urbi et orbi' ante el milagro de Galapagar y el 'aggiornamiento' operado entre aquel muchachito mal encarado que pretendía "asaltar los cielos" a punta de trabuco y el discípulo de San Francisco de Asís que pudimos ver en el plató de Atresmedia.

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