Los necesarios e imposibles "pactos de Estado"

Tal y como está la situación general política y cómo se agrave tras los resultados del 28-A, parece que aquellos que estimamos necesarios acuerdos, como mínimo a cuatro bandas, deberíamos abandonar toda esperanza.

En efecto. Ahora, salvo milagro que raramente se produce por estos lares, es imposible ya llegar a mínimos consensos en materia de déficit público, ni siquiera ponerse una miaja de acuerdo en el sostenimiento de las pensiones públicas, ni adoptar una posición común respecto a reformas perentorias que deben llevarse a cabo en asuntos tan decisivos como la educación o la organización del Estado.

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Esto es lo que está matando el crédito de la clase dirigente y ahogando su mínimo prestigio. Nada más hay que ver la lucha sin cuartel entre PP y Ciudadanos por un puñado de votos.

Vamos a ir a peor. Resulta extraordinariamente 'encabronador' ver y observar cómo cuatro españoles jóvenes, que dirigen cuatro formaciones políticas distintas y distantes, representantes de las nuevas generaciones que no hicieron la Guerra Civil, ni vivieron bajo el franquismo e incluso ni siquiera fueron protagonistas de la Transición, se despedazan a navaja abierta sin ni siquiera pararse a preguntar si el contrario pudiera llevar alguna razón.

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Así, caminamos hacia el abismo. La situación de España, incluso su propia supervivencia, no es fácil. Se ha instalado ya entre nosotros como un cliché fijo algo peligroso: la nadería que son y representan los políticos que han surgido de nuestras propias filas.

¿Podría producirse el milagro? Difícilmente.