Palo Alto
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La batalla de Madrid
Todo el mundo sabe que la "batalla por Madrid" es vital. Tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad. Y, al parecer, todas las posibilidades están abiertas
Asistí el pasado jueves a los actos conmemorativos del 2 de mayo en la Real Casa de Correos donde un tránsfuga fue el protagonista. Ángel Garrido, el gran felón (PP dixit), llegó escoltado por su nuevo jefe de fila, Ignacio Aguado, quien al final empezó a sentir celos por la atención mediática que su subordinado requería. Claro, que encima de la tarima oficiaba de presidente Pedro Rollán, el íntimo del felón. ¡Ironías de la existencia!
Todo el mundo sabe que la "batalla por Madrid" es vital. Tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad. Y, al parecer, todas las posibilidades están abiertas, según los sondeos que han vuelto a recobrar alguna credibilidad tras acertar (más o menos) en los pasados comicios legislativos.
Todo el mundo sabe que la "batalla por Madrid" es vital. Tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad
En la izquierda, el PSOE confía en el "efecto Sánchez" para trasladar a Cibeles y a Sol la nueva realidad política que pudo fotografiarse en la noche del 28 de abril. Podemos/Ahora Madrid y el resto del conglomerado tiene una máxima por encima de cualquier otra: Manuela Carmena debe clavarse con pegamento de caza a los salones del Palacio de Cibeles y poner de paso a Íñigo Errejón (lo pasó mal cuando le colocaron a Rocío Monasterio a su derecha) en el viejo caserón que preside el rompeolas de todas las Españas.
El PP cree que para poner a Martínez Almeida en el sillón de Carmena necesita que la muchachada de Abascal se evapore, pero tampoco mucho. Y los de Rivera están convencidos de que, al menos, Begoña Villacís cuenta con todas las posibilidades de hacerse con la alcaldía de la capital.
Lo que, finalmente, ocurra en Madrid, podría darnos alguna pista acerca de lo que suceda a otros niveles. De ahí que unos y otros anden blandiendo navaja en mano.
Asistí el pasado jueves a los actos conmemorativos del 2 de mayo en la Real Casa de Correos donde un tránsfuga fue el protagonista. Ángel Garrido, el gran felón (PP dixit), llegó escoltado por su nuevo jefe de fila, Ignacio Aguado, quien al final empezó a sentir celos por la atención mediática que su subordinado requería. Claro, que encima de la tarima oficiaba de presidente Pedro Rollán, el íntimo del felón. ¡Ironías de la existencia!