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Graciano Palomo

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Marchena y el resto de los magistrados que componen la Sala han hecho honor a sus togas y no dejan resquicio alguno a que Estrasburgo ponga sordina a su sentencia

Foto: El presidente del tribunal del juicio del 'procés', Manuel Marchena. (EFE)
El presidente del tribunal del juicio del 'procés', Manuel Marchena. (EFE)

Han tenido mala suerte los golpistas. Al final del juicio más importante tras el gravísimo ataque contra la Constitución, tras cuatro meses de vista oral, ha quedado meridianamente claro lo que pretendían: camuflar sus delitos bajo el celofán de la "política". La posverdad independentista ha sido triturada por el relato de unos hechos irrefutables. Los acusados y sus defensas han sido incapaces de distinguir entre una arenga política y la argumentación jurídica en cuya base se sustenta el Estado de Derecho.

Digo que han tenido mala suerte porque Manuel Marchena y el resto de los magistrados que componen la Sala han hecho honor a sus togas y no dejan resquicio alguno a que Estrasburgo ponga sordina a su sentencia. Igual que los fiscales del caso que han dejado en evidencia a los llamados abogados del Estado, genuflexos ante esa caricatura de ministra de Justicia.

Estos días algunos editoriales han recordado la famosa frase de Cicerón, según la cual, "somos libres porque somos esclavos de la ley…". Si los ciudadanos de una nación no son libres, iguales y solidarios mejor es que quitemos el cartel y nos afiliemos todos bajo el paraguas de un asentamiento.

Foto: El magistrado Manuel Marchena (c) preside el tribunal, junto a los jueces Andrés Martínez Arrieta (i) y Juan Ramón Berdugo (d). (EFE)
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La ley ha prevalecido, espero. El Estado ha tenido la suerte de contar con un presidente de tribunal íntegro, capaz y determinado a cumplir la ley en todos sus extremos, incluidas las máximas garantías para los acusados. No ha dejado resquicio alguno por el que aplicar el bisturí de la justicia europea.

Mala suerte para los del golpe del 1-O. Ya veremos lo que hacen luego los políticos.

Me malicio lo peor.

Han tenido mala suerte los golpistas. Al final del juicio más importante tras el gravísimo ataque contra la Constitución, tras cuatro meses de vista oral, ha quedado meridianamente claro lo que pretendían: camuflar sus delitos bajo el celofán de la "política". La posverdad independentista ha sido triturada por el relato de unos hechos irrefutables. Los acusados y sus defensas han sido incapaces de distinguir entre una arenga política y la argumentación jurídica en cuya base se sustenta el Estado de Derecho.

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