Palo Alto
Por
Espérame, Alexis, que llego
Un muchacho con coleta, ávido de gloria y de poder, apellidado Iglesias, se subió a su carro y dijo aquello: "Alexis, aguanta, que llego…"
¿Recuerdan? Primavera/verano 2015. En España había estallado el 15-M, el sur de Europa era un clamor contra la canciller Merkel —ahora con espasmos— y la Grecia que nunca debió entrar en la Unión Europea amenazaba seriamente con llevarse por delante todo el tinglado.
Los griegos eligieron a un primer ministro (Alexis Tsipras) y éste a un ministro de Economía, Varoufakis, que se creyeron lo que no eran; esto es, que eran de verdad y resultó que a las primeras de tuerca solo devinieron en tigres de papel. Un muchacho con coleta, ávido de gloria y de poder, apellidado Iglesias, se subió a su carro y dijo aquello: "Alexis, aguanta, que llego…".
Apenas han pasado cinco años. Nada de lo que no es verdad aguanta. Alexis es ya una pequeña sombra en la historia de Hellas y Pablo ("Syriza/Podemos, Venceremos") se resiste a aceptar unas migajas de poder que el gran Pedro le ofrece. ¡Realidad! ¡Qué gran baño de realismo!
El tiempo todo lo puede. Cierto es que los dos jóvenes descamisados andan gateando debajo de la mesa a ver si cae algo. El ama de llaves, doña Angela, teutona para todas las estaciones, se debate anticipadamente en el retiro incapaz de dominar los temblores. ¡Qué dos grandes lecciones para aquellos que se han creído, en efecto, que son de verdad!
Comprendo el coraje que invade al muchacho de Galapagar ante el hecho de que un personaje como Sánchez lo tenga preso en la ratonera y bajo siete llaves como el sepulcro del Cid. Lo comprendo. Pero esa es la política; no los cuadernos que pintaban aquel grupúsculo de la Complutense, rodeado de amiguetes prestos a hacer una revolución pendiente.
Lo grave no es el futuro de los personajes en cuestión. Lo más lacerante para la historia de estos movimientos —que siempre tienen alguna justificación y argumento que los avale (el 'detritus' dejado por los anteriores)— son los millones de esperanzas muertas en el camino. Aquellos seres humanos, generalmente vomitados por el sistema, que pusieron su voto y sus gritos de desesperación en manos de la ambición personal en algunos casos y en la avidez de protagonismo.
Lo dicho, Pablo: "Alexis, aguanta, que llego".