Palo Alto
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La refundación del PP
Casado necesita tiempo para encarar una refundación muy similar –aunque con circunstancias muy diferentes– a la llevada a cabo en 1990 en el famoso Congreso de Sevilla
Pablo Casado está aprovechando, con diferencia, la actual crisis institucional y el enfrentamiento entre Ciudadanos/Vox para coger cuerpo. Sin embargo, las carambolas de poder que arrojaron las elecciones del 26 de mayo no le pueden hacer olvidar, desde mi modesto punto de vista, lo sustancial: que tiene 64 diputados y el PP pasó de 11 millones de votos a 4.540.000.
Cierto es, en su descargo, que concurrió a las elecciones generales del presente año con todos los elementos en contra. Con unas siglas muy envejecidas y cuarteadas por mor de la corrupción de antaño y con unas mesnadas en desbandada que encontraron acomodo en otras alternativas que antes no había.
El Partido Popular viene obligado a pensar en una refundación porque sus apoyos históricos desde la restauración democrática se están muriendo
Casado necesita tiempo para encarar una refundación muy similar –aunque con circunstancias muy diferentes– a la llevada a cabo en 1990 en el famoso Congreso de Sevilla. De nombres y apellidos, sin duda, pero también de fondos. Entre esos fondos, estaría la reivindicación de la "cultura del mérito", esto es, la cooptación de los mejores, técnica e intelectualmente hablando, más allá de la proximidad personal o las fidelidades de cada instante. Esta debería ser una de las señas de identidad prioritarias en el nuevo PP, actualmente bastante endogámico. Incluso, incorporar sin sonrojo ni aspavientos al elemento crítico.
Vendría luego la reivindicación ideológica de fondo con elementos de moderación y centrismo. Una casa donde sea cómodo vivir para todo aquel que considere que los postulados de la izquierda se han quedado tan añejos y casposos como el Seat 600.
Se mire por donde se quiera, el Partido Popular de Pablo Casado viene obligado a pensar en una refundación en toda la regla. Entre otras cosas, porque miles de sus apoyos históricos desde la restauración democrática se están muriendo.
El gran enemigo de Casado es el tiempo. Necesita cambiar las cañerías sin que el agua deje de fluir. Supongo que cuando ganó la presidencia en el congreso extraordinario frente a Soraya Saénz de Santamaría no tuvo nadie a su alrededor que le dijera que el envite iba a ser fácil.
Pablo Casado está aprovechando, con diferencia, la actual crisis institucional y el enfrentamiento entre Ciudadanos/Vox para coger cuerpo. Sin embargo, las carambolas de poder que arrojaron las elecciones del 26 de mayo no le pueden hacer olvidar, desde mi modesto punto de vista, lo sustancial: que tiene 64 diputados y el PP pasó de 11 millones de votos a 4.540.000.