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El post anterior está íntimamente ligado a este. La deuda soberana del Reino de España está ya por encima del billón doscientos mil euros. En román paladino: debemos más de lo que producimos. Y va en aumento.

Algunos les parecerá la cifra una bagatela indigna de producir un debate general entre la clase dirigente; otros dirán que más tiene Alemania –por cierto, que ha sido capaz de reducir su deuda sustancialmente en unos trimestres–, Francia y Japón. Si, pero esas son grandes potencias industriales y económicas cuya solvencia nadie pone en jaque.

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Lo que están haciendo con el Reino es lo fácil. Gastar y endeudarse hasta las cejas y el que venga atrás que arree. No me parece serio. Mucho menos responsable. Nada de visión de futuro y de solidaridad con las generaciones venideras. Lo que no se paga hoy habrá que soltarlo mañana. Me sorprende que los grandes medios de comunicación se llamen a andanas con este asunto; a lo más, un suelto cada vez que el Banco de España o el resto de las instituciones económicas comentan la cifra.

Ese billón largo de deuda –además de atender a los intereses que se podían dedicar a la economía productiva y los capítulos sociales– no significa otra cosa que cada uno de los españolitos o españolitas que vengan hoy al mundo traen bajo el brazo 35.000 euros de deuda que no les corresponde. Esta es la verdad. Y la verdad es siempre la verdad.

En lugar de dedicar el tiempo en un sinfín de tonterías preñadas de egos bien podría aprovechar los recursos que los ciudadanos ponen en sus manos para debatir esta cuestión. Y si no fuera mucho pedir, que se pongan mínimamente de acuerdo en cómo rebajar una cifra insoportable. ¿Es mucho pedir?