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Graciano Palomo

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Cataluña: punto de no retorno

El "problema catalán" está cada vez más turbio; solo la Justicia se muestra como poder del Estado capaz de aclarar un paisaje cada vez más podrido

Foto: Quim Torra y Miquel Buch en el Parlament de Cataluña. (EFE)
Quim Torra y Miquel Buch en el Parlament de Cataluña. (EFE)

Madeleine Albright, que fue poderosa Secretaria de Estado con Bill Clinton, una dama respetada en el mundo entero, ha dicho hace tan solo unos días algo que me ha dejado impresionado: "Lo que vemos ahora en España con Cataluña ya lo vimos en Yugoslavia…".

El fascismo no es una ideología… Se trata de una forma de alcanzar el poder, dividiendo países… ¡Fascismo!

La primera mujer en convertirse en jefa de la diplomacia estadounidense cuando pronunció esas palabras no había visto el espectáculo que el Parlament de Cataluña dio el pasado jueves cuando la institución decidió convertirse en insurrección abierta. Nada menos que el representante ordinario del Estado jaleando a terroristas confesos. A esa hora, el jefe del Gobierno impartía lecciones 'urbi et orbi' en su ciudad preferida (Nueva York), ajeno por completo a lo que estaba ocurriendo en una parte de la nación que juró defender y mantener intacta.

El avestruz es un ave en ocasiones inteligente y oportunista, pero perece cuando no tiene el coraje de mirar a los ojos del cazador. Sánchez, y en general la izquierda española, está convencido —eso dice al menos— de que tiene los galones políticos suficientes como para poner sordina a los desvaríos. Hasta ahora su mano tendida "para hablar" no ha dado el más mínimo resultado. El "problema catalán" está cada vez más turbio; solo la Justicia se muestra como poder del Estado capaz de aclarar un paisaje cada vez más podrido.

El avestruz no quiere ver, por miedo, una subversión contra el orden constitucional y democrático de un Estado soberano. Se podrá vestir de lagarterana, pero el órdago sigue ahí, perenne, y ganando. Incluso después de que se levante la losa que cubre a la momia después de 44 años.

El diagnóstico sobre el problema está más que refrito. Las circunstancias políticas e institucionales que rodean la permanencia o no del Estado no coadyuvan a resolver un asunto que nos tiene más que hartos. Europa no acude en nuestra ayuda, olvidando quizá que se trata de un problema capital también para su propia supervivencia.

Mientras el primer ejecutivo de ese Estado pregonaba lo grande que es la "España de Sánchez" a unos kilómetros de distancia, la señora Albright relacionaba el país de Pedro con la antigua Yugoslavia. Supongo que su mentor Soros, que también andaba por ahí, tiene una opinión bien distinta. Supongo.

Madeleine Albright, que fue poderosa Secretaria de Estado con Bill Clinton, una dama respetada en el mundo entero, ha dicho hace tan solo unos días algo que me ha dejado impresionado: "Lo que vemos ahora en España con Cataluña ya lo vimos en Yugoslavia…".

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