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Graciano Palomo

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El retorno a la política nacional tras su fugaz paso por la madrileña supone el fracaso del populismo de izquierda radical

Foto: Íñigo Errejón. (EFE)
Íñigo Errejón. (EFE)

Normalmente, hasta ahora, una persona se convertía en "personaje del día" por haber realizado algo meritorio para la sociedad y, si se me apura, por haber alcanzado el poder en algunas de sus formas.

Iñigo Errejón, que es el mismo de Venezuela ("donde se come tres veces al día") y el de la beca 'black', ha conseguido una notoriedad volátil sin que haya nada objetivamente que lo justifique a tenor de los principios de Ëmil Dovifat y Theodor Adorno. La sobredimensión informativa en este caso solo encuentra paragón en la importancia del sexo.

Foto: Errejón presenta Más País. (Reuters)

El retorno a la política nacional tras su fugaz paso por la madrileña donde ha dejado patente su enorme capacidad de trabajo en forma de absentismo supone el fracaso del populismo de izquierda radical. Lo mismo sucederá a corto plazo con el populismo de derechas extremo. Lo verán sus ojos. La primera lectura que de ese paso pueda hacerse es que, en efecto, el populismo siempre se devora así mismo. No es nada nuevo el fratricidio en la izquierda española cuando la radicalidad es su seña de identidad. Viene de lejos.

Ignoro qué dirán los electores de ese espectro político el próximo 10-N; también desconozco cuál será su veredicto en la pugna Iglesias/Errejón. En el fondo, no deja de ser una cuestión coyuntural. Los votos van y vienen en buena lógica democrática. Pregunto, ¿qué diferencias ideológicas —lo que realmente importa— existen entre el líder de Podemos y el cofundador de este partido?

¿Tiene Errejón una fórmula distinta a la de Iglesias para arreglar el quilombo catalán? ¿Acaso su horizonte permite albergar esperanzas respecto a ensanchar las libertades individuales frente al leviatán del estatismo? ¿Por ventura su proyecto es algo más que quitarles votos a su antiguo comilón y ex amigo?

Se lo escribo yo. La única diferencia sustancial con Pablo Iglesias son las formas. Un acaramelado tacticismo de camisa blanca y lentes de pitagorín. Hay algo más: don Íñigo, el del padre director general con la UCD, el PSOE, el PP, etc…quiere subirse al carro del PSOE con ocasión y sin ella. Iglesias, no.

El gran problema de Pablo Iglesias —tras su fulgurante ascenso a los cielos— es que se creyó que era de verdad. Me temo que algo parecido le ocurrirá a su antiguo escudero.

Francamente, la cosa promete. Y promete mucho.

Normalmente, hasta ahora, una persona se convertía en "personaje del día" por haber realizado algo meritorio para la sociedad y, si se me apura, por haber alcanzado el poder en algunas de sus formas.

Íñigo Errejón