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Graciano Palomo

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El destino de Leonor, como el de todos, vive dentro de nosotros. Solo tiene que ser lo suficientemente valiente para verlo

Foto: La princesa Leonor durante la foto de familia en la recepción de los premiados en los premios Princesa de Asturias. (EFE)
La princesa Leonor durante la foto de familia en la recepción de los premiados en los premios Princesa de Asturias. (EFE)

Lo primero es, siempre, antes que nada. Por vez primera, he visto felizmente desatada a la reina Letizia. La luminosa y soleada tarde del pasado jueves en las calles de Oviedo cuando los Reyes se llevaron a la heredera de la Corona a conocer los símbolos de la monarquía asturiana —Cruz de la Victoria y el Panteón de los Reyes— permitió a la niña Leonor darse su primer baño de masas ante los entusiasmados paisanos de su madre.

Repitió casi milimétricamente el guion que hace 40 años hizo su padre. Felipe VI quiso hacer con Leonor un guiño al futuro, a la continuación y permanencia de la dinastía. Ignoro cómo será ese futuro, incluso si existe; de lo que es consciente es que la España de 1981 no se parece en nada a la de final del 2019. En muchos aspectos que le afectan y que afectarán aún más a la niña de postal en color que esta semana abre su agenda pública a título de princesa con toda intención en el Principado de Asturias.

Foto: La Reina y Leonor, haciéndose un selfie. (Casa Real)
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La sonrisa abierta y desenvuelta de Leonor de Borbón me llevó a interrogarme acerca del futuro que le aguarda o le puede esperar. ¿Cómo será la España —si permanece— sobre la que reinará Leonor? Estoy seguro de que su progenitor le habrá inculcado ya que solo llegará a ceñir la corona si se la gana a pulso, día a día, currándoselo, sin cometer errores. Todo ello sabiendo que, en efecto, la institución que representa tiene que llenarla de dignidad, ejemplaridad y respeto. Aun así, en puridad democrática, intuyo que cuando llegue esa ocasión —si llega— tendrá que legitimar su corona con refrendo. De lo contrario, siempre recordarán sus oídos que viene de dónde viene y está ahí sin haberlo comido ni bebido.

Estoy seguro de que su progenitor le habrá inculcado ya que solo llegará a ceñir la corona si se la gana a pulso, día a día

¿Qué deparará el destino a esta niña/princesa de la bella sonrisa? Dureza sin cuento, sin duda. Sonreír a la Historia es lo que hizo el pasado fin de semana en la capital de Asturias, donde empezó todo hace doce siglos.

El destino de Leonor, como el de todos, vive dentro de nosotros. Solo tiene que ser lo suficientemente valiente para verlo.

Lo primero es, siempre, antes que nada. Por vez primera, he visto felizmente desatada a la reina Letizia. La luminosa y soleada tarde del pasado jueves en las calles de Oviedo cuando los Reyes se llevaron a la heredera de la Corona a conocer los símbolos de la monarquía asturiana —Cruz de la Victoria y el Panteón de los Reyes— permitió a la niña Leonor darse su primer baño de masas ante los entusiasmados paisanos de su madre.

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