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Graciano Palomo

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La sentencia

Alphonse Lamartine decía que no hay peor corrupción en un político que aquel que pretende decirle a un pueblo que se puede conseguir lo imposible. Es el caso

Foto: El juez del Tribunal Supremo, Manuel Marchena, en el Palacio Real de Madrid. (EFE)
El juez del Tribunal Supremo, Manuel Marchena, en el Palacio Real de Madrid. (EFE)

Manuel Marchena y el resto de los magistrados del Tribunal Supremo tuvieron en cuenta la llamada "razón de Estado". No me parece necesariamente abominable. Pero, especialmente, tuvieron también muy presente a la hora de la firma un elemento que ha pasado desapercibido para muchos.

Cuando en el mes de julio del 2018 unos jueces de Schleswig-Holstein denegaron la entrega de Puigdemont por el delito de rebelión (allí se llama "alta traición") argumentaron que las andanzas del prófugo no ponían en riesgo las instituciones españolas ni el mantenimiento del Estado. Es lo que en román paladino ha venido a recoger la sentencia contra la que se revuelven los sediciosos y sus "ensoñaciones". En cristiano, que los engañadores del pueblo catalán nunca hubieran podido perpetrar un golpe de Estado 'comme il faut' contra España.

El Estado español no se parece en nada a Turquía, ni sus garantías democráticas con las de China, ni admite parangón siquiera con Venezuela

Sinceramente, ahí radica la "razón de Estado". El Estado español no se parece en nada a Turquía, ni sus garantías democráticas con las de China, ni admite parangón siquiera con Venezuela, ni dictadura alguna al uso.

España no es una semidictadura. ¿Por qué parecerlo? Los secesionistas quieren liquidar España. Sí. Que la actual situación tiene muchos orígenes, sí. Pero cambiar las cosas no tienen nada que ver con el código penal, salvo cuando, en efecto, la arquitectura democrática de la nación sea dinamitada. Los demócratas constitucionalistas —la inmensa mayoría— hemos fallado en muchas cosas; unos más que otros. A estas alturas ya sabemos que Jordi Pujol le ganó todas las partidas de mus a Adolfo Suárez; al ajedrez le dio jaque mate a Felipe González; le hizo el salto de la rana a José María Aznar y al parchís le dio un meneo maragato al pobre Rodríguez Zapatero. Luego, Artur Más le bailó una sardana a Rajoy y mucho me temo que el próximo que venga (Torra es un tipo que ya hiede) intentará hacer lo propio con Sánchez o su sucesor.

Me interesa mucho más la vida moderna y todos sus enormes retos de la hora actual que el vuelo gallináceo de los independentistas catalanes

Lo bueno que tienen los acontecimientos ocurridos en la intentona secesionista es que fueron televisados. De modo y manera que dentro de unas décadas cuando su derrota se haya consumado por mor del pueblo mayoritario, los historiadores podrán escribir sobre una intoxicación masiva que ocurrió entre el 2013 al 2019 en una pequeña porción de tierra dentro de Europa la bella. Tendrán material suficiente para escribir con objetividad. Hoy resulta harto imposible. Porque los vapores etílicos siempre conducen a sueños equinocciales.

Dicho lo anterior, debo confesar y confieso que me interesa mucho más la vida moderna y todos sus enormes retos de la hora actual que el vuelo gallináceo de los independentistas catalanes. ¡Estoy, estamos, hasta el felpudo batiente del asunto!

Alphonse Lamartine decía que no hay peor corrupción en un político que aquel que pretende decirle a un pueblo que se puede conseguir lo imposible.

Es el caso.

Manuel Marchena y el resto de los magistrados del Tribunal Supremo tuvieron en cuenta la llamada "razón de Estado". No me parece necesariamente abominable. Pero, especialmente, tuvieron también muy presente a la hora de la firma un elemento que ha pasado desapercibido para muchos.

Juicio procés Código Penal Manuel Marchena Jordi Pujol Quim Torra