La culpa es de la aceituna

Mantener a la población en la ignorancia es siempre una de las estrategias de los totalitarios cuando no pueden utilizar otros métodos más expeditivos. Quienes confunden la política con el poder suelen recurrir a ruidosas artimañas para enmascarar la realidad que no les conviene.

Lo peor del caso es que solemos caer en sus redes: opinamos sobre lo banal de sus propuestas, enfrentamos su "pensamiento" y al final se escupe todo.

Ha sido el caso esta semana de un hecho fehaciente, objetivo y constatable: 445.000 nuevos desempleados. El Gobierno, sus inmensas terminales mediáticas, se han lanzado a culpar del drama —desde luego, incluso tragedia para todos y cada uno de ese cuarto de millón que se ha ido a contemplar las musarañas— con la aceituna de por medio. Es como si Sanitas Dental Milenium trata de defenderse del pésimo servicio bucal a sus pacientes echando las culpas al dentífrico.

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Recuerden que Zapatero negó que la crisis traía bigote hasta que el mundo le hizo tragar su propio vómito. Llevamos ya bastantes meses con datos (oficiales) negativos y muy negativos respecto a la evolución económica, la inversión y, por ende, el empleo. Solo hay un dato que crece: el gasto público; de manera desaforada, letal para los contribuyentes e injusto para las generaciones que vienen detrás.

Hasta el bueno de Pablo Echenique aplaude, dentro de la descriptible brunete progubernamental, los 244.000 nuevos parados. Aceituna, cobarde, ¿qué puñalada es esa? Y luego, naturalmente, el PP. ¡Malandrines! De la reforma laboral. Están en la propaganda, en lo catódico, en las redes… ¿Cuándo trabajan? Será por la noche, supongo. Porque por el día están dándole al Twitter. Eso que no falte.

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A veces se olvida que Sánchez lleva ya casi dos años en el poder. E Iglesias que no está en un escrache. Ya va siendo que se note que viajan en coche oficial, tienen un montón de escoltas, comen opíparamente y tienen gastos reservados para lo que sea menester.

¡Menos Twitter y más pan! Porque si no uno como el otro van a tener que oír lo que no quieren. Por ejemplo, lo que les dijeron los agricultores el otro día: "Coleta, c…, coge el azadón".

Y tampoco es eso, oigan, que en cuatro años nos lo hemos montado.