¿Qué hay en las maletas venezolanas?

Escribí cuando estalló el 'Ábalosgate' que todo es mucho más sencillo de lo que parece: dinero. Netflix debe haber tabulado ya 12 capítulos de una serie —propongo a Oliver, por un lado, y a Bono por otro, como coguionistas, con el asesoramiento técnico de Zapatero— que tendrá gran acogida en las grandes plataformas audiovisuales de España, Iberoamérica y en Estados Unidos. También en Bruselas, donde asienta ahora sus reales el poliédrico Josep Borrell.

Para ser o creerse tan listos estos muchachos del Gobierno parecen no saber manejar una situación sobre la que están encima la DEA norteamericana, algunos servicios secretos europeos y muchos gobiernos del mundo libre. Las cintas del aeropuerto de Barajas están a tan buen recaudo que corren rumores de que han sido distribuidas en pequeñas dosis entre algunos privilegiados que le tendrían ganas no solo al cuitado ministro que vino para quedarse, sino también a los que han cambiado de posición nada gratuitamente. Salvo, que el exportero de discoteca, Koldo García Eizaguirre (ahora consejero de Renfe), asistente para todo del ministro, consiga neutralizar el original y las copias.

Las cintas de Barajas están a tan buen recaudo que corren rumores de que han sido distribuidas en pequeñas dosis entre algunos privilegiados

El asunto no va con Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón y demás benefactores del régimen chavista. Eso, en cualquier caso, iría de suyo. Nunca han ocultado que la Venezuela de Maduro es uno de sus referentes políticos. El asunto es de Pedro Sánchez y sus conmilitones, incluido, Borrell que fue el impulsor en su día de las sanciones europeas a la docena de torturadores venezolanos identificados por el mundo.

¿Tanta es la fuerza e influencia que ejerce Iglesias en su teórico presidente? Sencillamente, no me lo creo. Podría ir más bien por la pista del 'caso Morodo' y todas sus ramificaciones que tienen nombre y dos apellidos. Al final, se sabrá todo. Si este supuesto tuviera que ver con un gobierno de centro derecha sería el llanto y crujir de dientes. Tratándose de este, “radical progresista” tengo mis dudas.

El que lo sabe muy bien es Felipe González.