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En Madrid hay un alcalde y una presidenta
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Graciano Palomo

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En Madrid hay un alcalde y una presidenta

Pongamos que hablo de Madrid capital y Madrid Comunidad. Para eso sirven los momentos recios. Unos líderes crecen; otros se desinflan como un mal suflé

Foto:  La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. (EFE)

Una de las escasas ventajas que tienen las situaciones excepcionales es que derriban clichés preconcebidos, sambenitos levantados desde el sectarismo, opiniones hueras expresadas desde la ignorancia o la mala fe.

Escribo lo anterior a propósito de muchas opiniones publicadas, por ejemplo, a propósito de la maldad de los gobiernos de coalición. Pongamos que hablo de Madrid capital y Madrid Comunidad. Un gobierno de coalición funciona en España como en cualquier otro país democrático del mundo libre cuando, formado por diferentes partidos, lo esencial les une. No cuando un partido pretende montarse sobre el otro.

Foto: Ayuso, Casado y Almeida, juntos en Fitur el pasado enero. (EFE)

José Luis Martínez-Almeida, alcalde de la capital, cosecha, incluso, parabienes desde la izquierda moderada y realista. Es un alcalde-líder que se ha puesto manos a la obra desde el principio básico de llamar a la realidad por su nombre y desde esa perspectiva hacer cosas de combate contra el virus cuando la ciudad que gobierna resiste a duras penas el zarpazo de la epidemia. Le han insultado con todo y por todo; ahora puede comprobarse que las hechuras de un gobernante nada tiene que ver con la dimensión de sus huesos, sino con la capacidad del cerebro y la determinación de sus presupuestos básicos.

Algo parecido ocurre con Isabel Díaz Ayuso. Planta cara al leviatán —de aquí y de acullá—, distinguiendo las voces de los ecos, resistiendo al sectarismo atrabiliario y facha, que, si impropio resulta en tiempos de bonanza, en estos momentos críticos resulta un crimen de lesa humanidad.

Para eso sirven los momentos recios. Unos líderes crecen; otros se desinflan como un mal suflé.

Una de las escasas ventajas que tienen las situaciones excepcionales es que derriban clichés preconcebidos, sambenitos levantados desde el sectarismo, opiniones hueras expresadas desde la ignorancia o la mala fe.

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