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Graciano Palomo

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¡Silencio! ¡Cuádrese!

Los mismos que no dejan hueco para la más mínima garantía de inocencia cuando el responsable político es de centroderecha, vienen ahora con el ordeno y mando

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Uno de los espectáculos más enternecedores que pueden contemplarse en este obligado retiro nacional es ese que protagonizan algunos de los más encarnizados críticos antigubernamentales de antaño, ahora reconvertidos —¿por precio?— en brunete mediática prosanchista.

Lo de la pandemia les ha venido como uva al otoño; en realidad, ya vienen dando agasajo a su botafumeiro progubernamental desde que Sánchez logró desalojar del poder en una extraña moción de censura a Rajoy. Los mismos que no dejan hueco para la más mínima garantía de inocencia cuando el responsable político es de centroderecha, vienen ahora con el ordeno y mando. Hay que callar ante los desmanes televisados de un Ejecutivo autoconvertido en pollo sin cabeza que va dando bandazos al son que le bailan las circunstancias.

"Tratan de criminalizar al Gobierno…", acusan, cuando en mera objetividad es el propio Gobierno quien desautoriza una realidad más que manifiesta y de paso se deja así mismo a los pies de la chacota. Pretenden que los ciudadanos callen, al mismo tiempo que sufren y padecen su solemne incompetencia. ¿Acaso hay que olvidar lo que dijeron Sánchez, Calvo, Iglesias, Echenique, Montero y un larguísimo etcétera que si tuvieran un mínimo de autorrespeto estarían clausurados en algún monasterio penitencial? ¿Acaso hay que callar y en primer tiempo de saludo ante los que perpetraron y perpetran a diario y en horario televisivo "prime time"?

La autocrítica es un fenómeno muy propio de los regímenes totalitarios comunistas, recuerdo

Algunos de los citados parecen olvidar que hasta en la China comunista el gobierno del presidente Xi Jiping ha pedido perdón al doctor que alertó acerca del bichito de marras, no le hicieron caso y aún mandaron a galeras. La autocrítica es un fenómeno muy propio de los regímenes totalitarios comunistas, recuerdo.

En este contexto, nada tiene de extraño que durante el famoso consejo de ministros del sábado 14 de marzo, que cuando se conozcan en profundidad las siete horas consumidas en debates absurdos mientras toda una nación de 47 millones de ciudadanos esperaba anhelante una respuesta acorde a las circunstancias, un señor en cuarentena se empeñó en intervenir los medios de comunicación. Medios de comunicación, por cierto, que salvo honrosas y valientes excepciones, bailan el agua y los sones caribeños a aquellos que nunca creyeron ni en la libertad, ni en la libertad de expresión que solo la invocan cuando quieren llevar al gulag a sus adversarios, ni en la prensa libre.

Uno de los espectáculos más enternecedores que pueden contemplarse en este obligado retiro nacional es ese que protagonizan algunos de los más encarnizados críticos antigubernamentales de antaño, ahora reconvertidos —¿por precio?— en brunete mediática prosanchista.