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La gran arrogancia (adobada en posverdad)
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Graciano Palomo

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La gran arrogancia (adobada en posverdad)

La arrogancia del Gobierno se sustancia a diario; deshoja a su antojo y conveniencia la legalidad constituida; lo mismo le da utilizar la mentira con visos patológicos que nombrar 41 directores generales

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE)
Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE)

Debo confesar y confieso que jamás —salvo en países considerados del Tercer Mundo, ni siquiera— había visto en sede parlamentaria a un jefe de gobierno en ejercicio presumir de lo que tres de sus ministerios (más el INE, más la OMS) niegan a esa misma hora en la que el político se autocuelga medallitas de latón abollado.

¿En qué asunto? Pues ni más ni menos que en el asunto capital de la pandemia: el número de fallecidos. Los muertos. La arrogancia es sinónimo (RAE) de jactancioso, engreído, abusón, chulo sin causa, en definitiva. Ofrece lecciones el arrogante, sin ser pedidas, a todos y sobre todo, cuando en su escuela crecen y se multiplican las musarañas. Abronca, demoniza a cuanto ser humano no se postre de hinojos ante su excelsa luminaria, anatemiza a todo aquel que no le baila el agua, incluso, cuando cualquiera ose desmerecer su habilidad como baloncestista comparado con Sergio Llull.

Primero lo aplicó en el PSOE y luego en el Estado. Los casos de abuso, extravagancia antidemocrática y sinrazón legal se cuentan por centenares

Su arrogancia se sustancia a diario; deshoja a su antojo y conveniencia la legalidad constituida; lo mismo le da utilizar la mentira con visos patológicos, que nombrar 41 directores generales (el último un amiguete al que había prometido dinero y oropel), que colocar en la Fiscalía General a una señora que podría haberle explicado —porque ella de eso sabe mucho, vía Villarejo— en qué consistía eso de la "policía patriótica". Llama a su comisario principal en la televisión "horrorosa" para dictarle la escaleta… Su arrogancia, en suma, se define en principal axioma político: "conmigo o contra mí. El Estado me pertenece y soy yo quien reparte patentes democráticas…". Primero lo aplicó en el PSOE y luego en el Estado. Los casos de abuso, extravagancia antidemocrática y sinrazón legal se cuentan por centenares en estos 24 meses de los que goza en el poder. Lo perpetra despreciando todas las advertencias y cualquier consideración de ética política.

He leído en este mismo periódico un asombroso ditirambo del gran estadista. Se olvida que esa "habilidad" para engañar a todos a la vez cuenta con un argumento de gran fuste: tiene el poder de ese Estado y lo utiliza como si fuera de su propiedad, distribuyendo ora aquí ora allá como si le hubiera caído en una rifa que le permita saciar sus ambiciones. ¡Con buen arado bien se ara! Desde siempre, a esa "habilidad" el pueblo llano lo denominó de otra guisa.

¿Qué la caja pública, con inmensas telarañas, no están para prometer lo que no se tiene? ¡Fascista!

Esa arrogancia, esos excesos —made in Erdogan u Orban—, no necesita más argumentos y otras descripciones, entre otras cosas, porque figuran ya en el acervo del común hasta el punto de haberse convertido en un axioma. Adereza la misma con grandes tintes de posverdad. ¿Que mintió Marlaska? ¡Usted no sabe leer! ¿Qué los fallecidos por covid-19 son 48.000 (INE)? ¡No saben contar! ¿Qué la caja pública, con inmensas telarañas, no están para prometer lo que no se tiene? ¡Fascista!

La disidencia empieza a vislumbrarse como una especie de delito no para ir a la trena, sino para deambular con dignidad y autoestima por este viejo y cuarteado país.

Sánchez, definitivamente, perdona nuestros muchos pecados. ¡Nos arrepentimos!

PD.: 'The Finantial Times' también ha descubierto al hombre de la gran habilidad. Antes ya fue descrito en las páginas de 'The New York Times', 'The Guardian' y 'Le Monde'. ¡Ciegos!

Debo confesar y confieso que jamás —salvo en países considerados del Tercer Mundo, ni siquiera— había visto en sede parlamentaria a un jefe de gobierno en ejercicio presumir de lo que tres de sus ministerios (más el INE, más la OMS) niegan a esa misma hora en la que el político se autocuelga medallitas de latón abollado.

Sergio Llull OMS