Palo Alto
Por
Ciudadanos, usar y tirar
Es posible que las maniobras de aproximación —con un Bal suplicante ante el señor del gran poder— no sean a la postre más que eso: necesidad de estos porque les miren a los ojos
Tengo la mejor opinión de Inés Arrimadas y de Edmundo Bal, la gran sorpresa política de la pandemia. Entendí, en su día, como tantos, que la aparición de una formación como Ciudadanos podría suponer una bendición en forma de bálsamo para cicatrizar las quemaduras que provocan los ancestrales focos de "rojos" y "azules".
Pasado el tiempo, a gran velocidad, hoy se puede tener la sensación de concluir con hechos fehacientes y datos incontestables que si en Cataluña no fue posible la UDC catalanista, moderada y sensata de Josep Antoni Durán i Lleida —¡cómo se le echa a faltar a este hombre templado, con gran agenda internacional extraordinaria¡— los naranjas que fundara Albert Rivera y Juan Carlos Girauta, tampoco van a resultar útiles para su objetivo primigenio.
Bal fue un gran divulgador de la cultura de la responsabilidad y el bien general y, por ende, el voto en aras a proteger la "salud de los españoles"
Es posible que las maniobras de aproximación —con un Bal suplicante ante el señor del gran poder— no sean a la postre más que eso: necesidad de estos porque los miren a los ojos y a 'sensu contrario' imperiosa necesidad de los socialextremistas por darse un toque de pátina con la "derecha moderada".
Un columnista que pidió el voto con su nombre y apellidos para Ciudadanos en las últimas elecciones generales (10-noviembre 2019), escribía el miércoles pasado: "Sánchez utiliza a Cs no más de cuanto Cs se deja utilizar… Sánchez resucita el monstruo de Frankenstein y Edmundo Bal pone la música al espectáculo de guiñol….".
No me atrevería a tanto. Bal fue un gran divulgador de la cultura de la responsabilidad y el bien general y, por ende, el voto en aras a proteger la "salud de los españoles". No estamos acostumbrados a tal ejercicio de 'finezza'; al común de los españoles puede que les resulte difícil de entender, entre los que el columnista no se encuentra, apuntalar con tu voto (irrelevante en este caso) a un Gobierno que no "nos gusta nada, nada, nada", con unos socios que "horribles" para, finalmente, votar acorde a "la razón".
Entiendo que Cs no guste ni a VOX y mucho menos al acompañamiento permanente de Sánchez —UP, PNV, PDeCAT, Bildu, etc.— y entiendo también que desde el PP se respete (con el silencio) los requiebros y bamboleos constantes del nuevo Cs. Los que lo respetan menos y no terminan de entender son los que pusieron en pie un movimiento extraordinario destinado a un fin grandioso como la reconciliación definitiva de los españoles.
Tengo la mejor opinión de Inés Arrimadas y de Edmundo Bal, la gran sorpresa política de la pandemia. Entendí, en su día, como tantos, que la aparición de una formación como Ciudadanos podría suponer una bendición en forma de bálsamo para cicatrizar las quemaduras que provocan los ancestrales focos de "rojos" y "azules".