Despilfarro entre las ruinas

La 'industria política' cuesta cada doce meses entre 26.000 a 30.000 millones de euros al contribuyente español que asiste 'pasmao' a cómo se dilapida su esfuerzo fiscal en bagatelas, clientelismos y actividades fatuas.

Me temo que si los que pueden no ponen remedio al desvarío pudiera ocurrir lo peor. En medio de una pandemia colosal y un tsunami económico y social sin precedentes, observo que han sido escasos, muy escasos, los responsables institucionales que han tenido un requiebro de ejemplaridad cuando millones de ciudadanos han perdido su trabajo, sus ahorros (incluso en el otrora seguro Banco de Santander) y su futuro.

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Jesús Escudero

En medio de una lucha por la mera supervivencia de millones de españoles, podemos tabular miles de agencias gubernamentales, autonómicas, provinciales y locales que devoran a dos carrillos los recursos que se necesitan imperiosamente para levantar industrias de nuevo cuño que crearían empleo y riqueza. Desde el Consejo de Estado, cuyas recomendaciones se las pasa el Gobierno por el arco de triunfo, a observatorios dedicados a dar las gracias a los que les han colocado; docenas de miles de coches oficiales, asesores que nada tienen que asesorar. Suma y sigue.

Hasta llegar a una deuda brutal que hoy por hoy el Estado no puede abonar si los acreedores lo exigiesen. Centros de investigación duplicados por las autonomías que no existen por ejemplo en los estudios sobre el covid-19, universidades que no pueden justificar su presencia ni académica ni científicamente y, en fin, una orgía de despilfarro público en medio de un inmenso detritus nacional.

Cuando los cimientos del país —el pueblo llano— se hunden en la miseria, el oropel exagerado de los que mandan reluce más

Proclama ufano el señor Echenique que la austeridad yace bajo doble llave como el sepulcro del Cid. Será para él y sus cuates, porque para millones de compatriotas esa austeridad es mayor que nunca y viene impuesta. Siempre ha ocurrido en España desde antes de 1492: cuando los cimientos del país —el pueblo llano— se hunden en la miseria, el oropel exagerado de los que mandan reluce más que un jueves del 'Corpus Christi' en Toledo.

Todo ello lo sabe Europa y, sobre todo, los que tienen que firmar los cheques para salvarnos.